Ante la resistencia Libia, la solidaridad mundial con la Jamahiriya y la condena de los pueblos del mundo a los crimenes neo-colonialistas de la OTAN y la ONU

Ante la resistencia Libia

Por: Luis Britto García

Carece de sentido deplorar un asesinato: éste es modus operandi y modus vivendi de todo imperio. Útil es aprender sus métodos, reforzar la seguridad de los dirigentes y establecer mecanismos de sucesión que mantengan incólume el liderazgo.

Inoperante resulta criticar la ausencia de juicio y sentencia: las cortes imperiales son turbas de linchamiento y sus tribunales sepulcros blanqueados. Urge negarles jurisdicción mientras no condenen a sus propios sicarios.

No tiene caso descalificar tribunales internacionales que condenan sin proceso y expiden órdenes de detención por encargo. Hay que dejar sin efectos los tratados que nos someten a jueces o árbitros extranjeros y recuperar el derecho soberano de cada país a resolver sus controversias con sus tribunales propios y sus propias leyes.

Es irrelevante censurar un genocidio: las potencias hegemónicas se nutren de sangre derramada como los bosques de la lluvia. Cabe defenderse para no seguirlas alimentando.

Es inútil quejarse de entidades financieras que confiscan reservas internacionales: el latrocinio es su razón de ser. Hay que retirarles los fondos de los que se alimentan y colocarlos en instituciones nacionales o regionales invulnerables.

Es tiempo perdido denunciar el robo a mano armada por parte de los países hegemónicos. Es preciso armarse para no dejarse saquear.

Resulta vano condenar que mercenarios armados asesinen decenas de miles de ciudadanos desarmados: el asesino a sueldo es el único recurso de poderes que nadie se alista para defender. Lo indispensable es que cada ciudadano sea voluntario de su legítima defensa.

Futil es quejarse de países sicarios que prestan territorios para bases del Imperio y súbditos como carne de cañón de las transnacionales. Eficaz es negarles el sustento y el apoyo que les posibilite destruirnos.

De nada sirve demostrar que los monopolios mediáticos mienten, tergiversan, engañan y fabrican realidades: su industria es el fraude. Es necesario aprender a descubrir sus falsificaciones y crear redes alternativas de información y educación que divulguen los hechos.

Banal es lamentar que aves de rapiña se repartan los recursos del país que destruyen. Indispensable es asegurar que la rebatiña sea infructífera o imposible.

Inefectivo es reprobar la traición de políticos que agasajaron a cambio de otorgamiento de concesiones u homenajearon a precio de financiamiento de elecciones: A Judas hay que darle la soga y no los treinta dineros.

Ningún sentido tiene censurar a las potencias que en el Consejo de Seguridad
omitieron el veto que hubiera evitado el genocidio. Son ellas quienes emprenden la marcha al patíbulo energético con el Mediterraneo confiscado por la OTAN, África ocupada por el Africom y Asia bloqueada por guerras de rapiña.

Irrelevante sería explicar que bombardeos de aplanadora de coalición imperial no equivalen a un movimiento social. El relevo de la leal izquierda de su Majestad es una incondicional izquierda de la OTAN, que cree que ésta le hará las revoluciones que nunca realizó ella misma.

Ineficaz es condolerse de que un pueblo sea invadido milicias extranjeras, cuyos propios países a su vez están ocupados por bases militares foráneas. Procede evitar que el propio territorio sea ultrajado por la planta insolente del extranjero.

Vano es lamentar que diferencias regionales, culturales, sociales o étnicas sean fomentadas y manipuladas por imperios como coartada para su injerencia. Efectivo es alentar el sentimiento de unidad en el propio país y el de integración en la región.

Inane es derramar lágrimas por las víctimas: imperativo destruir la maquinaria que las causa resistiendo con ellas la prueba terrible que nos viene.

Homenaje a Gadafi y el pueblo verde de Libia



Todos somos Gaddafi



Libia no se dan por vencida




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La nueva colonización será televisada

Por Carlos Saglul / Equipo de Comunicación de la Central de Trabajadores Argentinos -CTA Nacional)

La mujer mastica su hamburguesa en el sitio de comidas rápidas mientras en la televisión un par de sicarios (los subtítulos hablaban del “pueblo libio”) arrastrando el cuerpo torturado y ensangrentado de Muhamad Gadafi.

Un chico de 16 años esgrime orgulloso el arma con la que disparó al jefe árabe en el estómago, antes que otro mercenario lo rematara con un disparo en la cabeza. El niño que almuerza con la mujer, muerde otro pedazo de su hamburguesa sin dejar de mirar en la televisión el primer plano de la mueca de horror con la que Gadafi enfrenta la muerte.

Los medios de comunicación transforman el asesinato y el terrorismo de Estado en un espectáculo más. Recuerdan a aquellas reuniones medioevales donde las ejecuciones eran festejos colectivos, abundaban los vendedores ambulantes de comida y la gente colocaba sus sillas para ver como caía la cabeza del reo en la canasta de la guillotina o daba sus últimos estertores en la horca.

El capitalismo, una historia de masacres y guerras, necesita asesinos como la fábrica a sus obreros. Cada tanto deje caer algunos de esos sicarios cuando ya no le sirven, generalmente son juzgados viejos y decrépitos para mantener alguna pátina de justicia. Los verdaderos cuadros de esa máquina de matar difícilmente son detenidos. Mueren antes de hacer público lo que saben.

¿Quién puede ser tan iluso para creer en un Osama bin Laden, uno de los mejores alumnos de la CIA, capturado como un viejito jubilado, sin custodia, enfrentando a tropas de elites y sus sofisticas armas con un Corán?

El espectáculo no se detiene ni ahorra costos. Los demócratas europeos que tantos negocios hicieron con Gadafi, para facilitar el reconocimiento del “gobierno rebelde”, permitieron que “se adelantara” la captura de Trípoli filmándola en un país vecino. Hasta el supuesto hijo de Gadafi que decían haber capturado era un actor, que firmó autógrafos, después de descubierto el papelón.

Mientras por un lado se juzga a los responsables materiales del terrorismo de Estado (no a los autores intelectuales: civiles empresarios-ex altos funcionarios de potencias extranjeras), la gente se va acostumbrando al terror de la tortura y el asesinato como una rutina. Ahí está el fiscal de la Corte Suprema Internacional, el argentino, Luís Moreno Ocampo, acusando a Gadafi de crímenes de guerra, con argumentos tan absurdos como los que señalaban que el líder libio distribuía Viagra entre sus soldados para que violaran a sus propias vecinas. Jamás se dedicó a investigar si es verdad la versión, de destacados periodistas como Stella Callóni, quien aseguró que en Libia, más que una insurrección se verificó un golpe de Estado.

Los genocidios en Irak y Afganistán no existieron para el ilustre abogado nativo. Ni que decir de las miles de víctimas inocentes asesinadas por los aviones de la OTAN no tripulados. Campos de concentración, torturas, asesinatos, los cuerpos de los muertos son desaparecidos. Los restos de Gadafi, lejos de ser entregados a su familia, fueron llevados por sus sicarios con destino desconocido.

Días antes de la muerte del jefe de Estado Libio, se conoció a través del New York Times que el Premio Nobel de la Paz, Barak Obama, autorizó el asesinato de un ciudadano norteamericano de origen árabe sospechoso de estar vinculado al terrorismo, el imán Anwar Awlaki. Un avión no tripulado bombardeó su casa en Yemen y la convirtió en un inmenso agujero negro. Moreno Ocampo, nuevamente, no se dio por enterado.

El proceso de colonización militar de las zonas petroleras que comenzó en Irak sigue. El caso libio no tiene que ver con la denominada Primavera Árabe. En Libia las masas no estaban hambrientas, la seguridad social funcionaba y el petróleo permitió que los únicos explotados fueran los inmigrantes de los países limítrofes que hacen las tareas más duras.

Crónica de un final anunciado. La OTAN se asegura el control de las zonas petroleras mientras los ex gadafistas, musulmanes y prooccidentales se dedican a matarse entre sí.

¿Cuantos miles de muertos produjeron entre la población civil de Libia los bombarderos que supuestamente venían a protegerlos? El Che citaba a Martí y decía que el hombre nuevo solo sería posible cuando cada uno de nosotros sintiera como propia la cachetada propinada al prójimo. La muerte presentada como espectáculo, la guerra dispuesta como un montaje cinematográfico dificulta cualquier posibilidad de identificación y solidaridad con el otro.

Henry Kissinger recibió el Premio Nobel de la Paz luego del genocidio de los 70 en Guatemala, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Argentina y Chile. Ahora se lo otorgaron a Barak Obama por la continuidad de las masacres en Irak, Afganistán y Libia.

La sangre nunca llega a manchar la botamanga de los prolijos pantalones del presidente yanqui, Moreno Ocampo, o Kissinger o los ejecutivos de las grandes multinacionales. Hoy es el turno del petróleo. Tal vez mañana sea el agua o los alimentos.

La colonización armada devorará uno a uno los regímenes que, como el Gadaffi, creen que es posible pactar con la voracidad imperialista. No en vano, todavía no han podido con países como Irán o Cuba por la sencilla razón de que los costos serían demasiados aún para la impunidad sangrienta de las potencias occidentales.

El hombre ha sido capaz de las más bellas creaciones, pero es indudable que el capitalismo es la más espeluznante y sangrienta de sus invenciones. En el final de sus Cuadernos de Notas, Vasili Grossman, el autor de “Vida y Destino” apuntaba: “En el Parque Zoológico, también hubo combates. Jaulas rotas, cadáveres de osos, de aves, de babuinos (…) Tuve una conversación con el anciano que ha cuidado los monos durante treinta y siete años. Está contemplando el cadáver de un gorila. Le pregunto si era un animal feroz. No, la gente es mucho peor, responde”.

Sirte el Genocidio que todos callan de manera cómplice y cobarde



Las consecuencias de los Bombardeos de la OTAN sobre Tripoli



Libia la guerra por el Petroleo



Legitimacion del magnicidio de Gadafi




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El analista Jalife-Rahme define como “oclocracia” (gobierno de las masas) a la Yamahiriya libia

En su análisis dominical el señor Alfredo Jalife-Rahme, mexicano de origen árabe, define de esta manera la Yamahiriya libia:”en Libia el sistema imperante que sucedió a la monarquía había sido una oclocracia –“el gobierno de las masas”, la famosa “jamahiriya” del asesinado Muammar Kadafi a sus 69 años de edad”.

Observa que las monarquías feudales del Golfo se han consolidado tras la fuerte contrarrevolución que han lanzado en alianza con la OTAN e Israel contra la Libia revolucionaria, la revolución yemenita, el levantamiento en Bahrein, Egipto y Túnez: “las seis petromonarquías del Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (CCEAG-6) –los más ricos de todos y quienes han hecho sentir su poder financiero para redireccionar algunas revueltas en varios sitios desde Bahrein pasando por Yemen hasta Siria (que incluye a su esfera de influencia en Líbano)– se han consolidado hasta cierto punto, con la notable excepción de Bahrein, donde aún no amaina la revuelta de la mayoría chiíta”.

Considera sin embargo el analista que la caída del Irak baasista y de la dictadura de Mubarak en Egipto han sido dos golpes contra dichas monarquías petro feudales:”desde el punto de vista de las grandes ligas geopolíticas, el CCEAG-6 ha sufrido dos severos descalabros con los derrocamientos de dos bastiones militares sunitas:

Irak (con Saddam Hussein) –lo cual en última instancia favoreció a Irán (su competidor por el liderazgo panislámico y por la hegemonía en el Golfo Pérsico)– y, sobre todo, Egipto –quien después de la caída de Bagdad le proveía su cobertura militar que ahora se reduce volátilmente a las bombas nucleares de Pakistán, hoy atribulada por el caos bélico que ha provocado la OTAN (en particular, EU) en Afganistán”. El analista destaca la tensión entre Arabia Saudita pro occidental e Irán nacionalista:”Las tensiones entre la sunita Arabia Saudita y la chiíta Irán se encuentran al borde de una guerra fríaen el Golfo Pérsico”. Este autor se refiere de esta forma a la retirada de las tropas norteamericanas de Irak:”las dos humillantes derrotas de la OTAN, tanto en Irak como en Afganistán.

El retiro oficial del ejército de EU en Irak, a finales de 2011, significa(rá) el inicio del trazado de una nueva cartografía del mundo árabe en su colindancia oriental con Irán como en la región del virtual Kurdistán (en sus fronteras incandescentes con Siria, Turquía, Irak, Irán y Armenia)”.