Libia La Agresión Imperialista
Y La Agresión Contaminada
AFG. Historiador, especialista en Oriente Medio y Magrib.
Aparentemente, de la actual situación de extrema confusión emanada de las noticias que nos proporcionan los medios de comunicación al servicio del Imperialismo Occidental (UE y EEUU) y su brazo armado OTAN, podemos deducir que –al fin- el Imperialismo está cercano a conseguir el triunfo militar -al menos- en su guerra de rapiña en Libia.
A día de hoy, 23/08/11, las tropas mercenarias al servicio de la OTAN, los clanes tribales de Benghazi vinculados al Rey Idris I, los guerrilleros de Al Qaeda y los liberales escindidos del Estado legítimo libio, en contubernio con los bombardeos indiscriminados de la OTAN sobre la población civil, hospitales, centros educativos, terrenos cultivados, hoteles y depósitos de agua y combustibles, además del armamento pesado, transporte, alimentación, comandos sobre el terreno e inteligencia militar proporcionado por la Santa Alianza (EEUU, Francia, Gran Bretaña, España, Italia, entre otros), parece están arrasando la capital Trípoli. Algunas informaciones hablan de 5000 muertos y muchos más heridos por los bombardeos del Imperio y las tropelías provocados por los“mujahidines de la libertad” al servicio de la OTAN.
Antecedentes históricos de una guerra imperialista por la colonia y sus recursos.
Esta guerra imperial, asimétrica, recuerda mucho a otras intervenciones militares posteriores a la II Guerra Mundial en el Magrib y otras partes del mal llamado Tercer Mundo. Nos ceñiremos a esa región para contextualizar. Como en los años 50 y 60, los actores no difieren de aquellos franceses e ingleses que trataban evitar la independencia efectiva de los países del Magrib y Oriente Medio. En algunos casos, los paralelismos con la descolonización de Argelia y Túnez son evidentes.
Si bien la 2ª se podía considerar relativamente “pacífica”, la 1ª llegó a las armas, la guerra de guerrillas, la creación por parte del imperialismo francés de la OAS (organización de colonos de extrema derecha) y el envío a la Casbah de Argel de los paracaidistas franceses, grupos de élite que bombardeaban, ocupaban y asesinaban con Carta Blanca concedida por el mismísimo De Gaulle (que por cierto, llamaba a la libertad francesa de forma histriónica durante la ocupación nazi, siendo a posteriori, permítaseme la licencia, un carnicero asesino en Argel). Esto sucedió en los últimos años 50, inicios de los 60.
También mantiene reminiscencias coloniales el bombardeo imperial con aviación y marítimo, con el desembarco de mercenarios y comandos de élite incluidos, en el país, sometido a una guerra psicológica contra su población y de castigo relámpago (blitzkrieg), en donde se atacan las infraestructuras clave en escasos días o semanas, a lo sumo, con el objetivo cuadruple:
Aterrorizar a la población civil y, a ser posible, levantarla en contra de su Gobierno.
Destruir las instalaciones aéreas, los depósitos de combustibles y, por tanto mantener a las tropas del agredido en zonas bien identificadas como presa fácil.
Cortar suministros alimenticios y logísticos y acceder fácilmente mediante tropas autóctonas mercenarias (cipayos) y de invasión colonizadoras metropolitanas a los centros de poder y las áreas de recursos codiciados.
Crear la conciencia en la población, el Ejército y en general, en el país que se está a merced del agresor, que esté puede decidir cuando y como quiera el destino del país y ser su gestor. Es el pensamiento “racista” emanado de las teorías de Rousseau y del liberalismo del s. XVIII y desarrolladas durante el s. XIX por el liberalismo capitalista.
De la teoría a la praxis: el Egipto nasserita, progresista, socializante y aconfesional de 1956 sufrió esta lección de “civilización occidental”. El 26 de Julio de ese año, Nasser nacionalizó el Canal de Suez, vía marítima de primer orden en ese momento, y destinó los recursos obtenidos al desarrollo económico del pueblo. Francia y Gran Bretaña fueron expropiadas de las acciones de la Compañía Francesa del Canal, y sus multinacionales y empresas auxiliares colectivizadas. También los pozos de gas y petróleo de la península del Sinaí fueron expropiados.
Con el apoyo sionista, estas dos naciones imperiales lanzaron una guerra contra Nasser y Egipto con las técnicas descritas. La firme oposición del pueblo egipcio y el apoyo de la URSS en la ONU, junto con la tibia solidaridad norteamericana, impidieron el desastre.
Hoy Gadaffi vive una situación similar.
Emanado de los estertores de las revoluciones panárabes egipcias, sirias, tunecinas y yemeníes, el movimiento de los Oficiales Libres de Gadaffi derrocó el 1 de septiembre de 1969 la decrépita, corrupta y neocolonial oligarquía del Rey Idris I e instauró una República Democrática de carácter socializante (él siempre la calificó de socialista, pero desde un punto de vista marxista este atributo parece contradictorio).
El Rey Idris, agente franco-británico e italiano en la excolonia –insisto-, mantenía en el país una inmensa base naval norteamericana y británica; los recursos petroleros y los gaseoductos estaban controlados por hasta 15 potencias extranjeras, las cuales a su vez cedían la explotación a decenas de multinacionales; permitía la explotación económica internacional mediante importantes bancos y entidades financieras extranjeras operando en el país, expoliando y especulando con los capitales libios; concedía la creación de infraestructuras y el desarrollo de sectores clave del país a multinacionales imperiales; y regalaba privilegios virreinales a la tribu salusí de Benghazi, vinculada al sunnismo radical y, posteriormente a Al Qaeda. Incluso los asesores del Gobierno de Idris I eran extranjeros.
Gadaffi y sus Oficiales Libres nacionalizaron el petróleo, reestablecieron lazos panarabistas con Túnez y Egipto, entre otras naciones; reguló la banca, nacionalizando las más importantes; expulsó las bases imperialistas; se garantizó el acceso de la población a bienes y servicios básicos públicos; redistribuyó el Estado atajando de raíz los privilegios de la casta salusí de Benghazi, creando la Jamahiriya (Estado de las Masas), donde las organizaciones profesionales, vecinales, obreras y campesinas discuten el devenir del país y las líneas políticas a seguir. Notable es el avance de los derechos de la mujer teniendo en cuenta que la religión oficial es el Islam.
Apoya sin fisuras todos los movimientos de liberación nacional anticoloniales en África y Europa, se alinea con Tito y Nehru en los Países no Alineados. Lucha denodadamente contra el Apartheid en Sudáfrica.
Con idas y venidas, y sobretodo después de la agresión imperialista de Ronald Reagan en 1986, y el derrumbe soviético y del panarabismo en general, Gadaffi evoluciona. Las propias contradicciones de no tener un modelo social y económico definido permiten una apertura liberal del mercado interno al exterior. Son los años 90.
Añadido a sus excentricidades (muchas de ellas explotadas desde un punto de vista eurocentrista muy superficial, puesto que algunas “excentricidades” no son tales sino cultura islámica) y su acercamiento a Occidente, tenemos un Gadaffi simpático para el Imperio y no tanto para la izquierda. Gadaffi recula, deja de dar apoyos a los grupos armados europeos y condena el “terrorismo”. Para poder circular los capitales, a falta de mercados, Gadaffi empieza a invertir en Europa, dejando a la vez que las compañías internacionales operen en sus hidrocarburos, aún manteniendo la titularidad pública de los mismos, y asegurándose el control de las transacciones y el carácter público de la Banca.
A pesar de todo, se compara a Libia en estos momentos duros con “la Escandinavia del Magreb”, por el nivel de vida, servicios, bienestar, derechos laborales y de la mujer que goza el Estado.
Una guerra clásica imperialista: hidrocarburos, agua, geoestrategia.
A partir de finales de los 90, Gadaffi vuelve al discurso antiimperialista conocido por todos. Renacionaliza el sector hidrocarbúrico, la banca liberalizada y aún se queja amargamente que él “lo hubiera hecho más rápido y radical, pero la votación de la Jamahiriya no la gané yo”.
Gadaffi mira hacia Venezuela, China, India, Irán y los países del Alba. La situación después de tantos años de soledad internacional comienza a mejorar.
Gadaffi vuelve a dar un golpe de timón en política internacional. Una vez revisadas las concesiones hidrocarbúricas y de suministros y fortalecida su presencia en la Unión Africana (UA), Gadaffi negocia con China la exportación de gas y petróleo, haciendo crecer los contratos de explotación exponencialmente en detrimento de la UE. China a su vez enviará una legión de técnicos, operarios y especialistas para planificar, desarrollar y formar cuadros libios en infraestructuras, empresas, tecnología y servicios. Además, se le facilitan vías diplomáticas a esta nación (contactos internacionales) en el continente para invertir en el mismo. China en 2009 será el 1r. inversor en África, desbancando a la UE y EEUU. Se acaba el aislamiento libio, se abren además relaciones con países antiimperialistas.
Ya desde 1981 se viene advirtiendo la profunda enemistad de EEUU con Libia.
Sin embargo, la agresión tomada y decidida en febrero de 2011 incluye varios factores con el objetivo de despistar la posible respuesta de la progresía internacional.
Se camuflan las verdaderas intenciones de la misma –que desarrollaré en un artículo posterior, este artículo es meramente indicativo y de urgencia-:
Es una guerra colonial clásica porque el objetivo es la posesión de los recursos hidrocarbúricos, en este caso concreto, y las enormes reservas de agua potable contenidas en el subsuelo libio. EEUU y la UE, sobretodo, necesitan reservas de unos recursos que comienzan a escasear para poder hacer funcionar sus industrias y generar plusvalías. Sin materia prima no hay producción –transformación- y no se generan capitales tangibles.
Entrelazado con 1. , es una guerra colonial por apropiarse de esos recursos descritos, además de impedir el acceso a los mismos a otras potencias en conflicto de intereses con las agresoras. Es decir, EEUU y la UE prtenden evitar 2 cosas:
a) Que China –sobretodo-, Rusia y/o la India obtengan en condiciones de cooperación (o por cualquier medio) unos recursos que necesitan imperiosamente las potencias occidentales.
b) Que Libia se alíe con China y otros, y ejerza de Ciccerone en el continente evitando de esta manera la expansión de dichas naciones.
Es una guerra colonial clásica a causa de las estrategias militares y políticas utilizadas en su desarrollo, idénticas a los casos de Nasser, Lumumba y la Siria de hoy.
Es una guerra colonial clásica ya que se utiliza la compra de sectores de población autóctona descontentos (cipayos) por parte de las potencias occidentales agresoras, y se mantiene desde el exterior del país, un ficticio Gobierno en el exilio y sus figuras autocráticas prestas y dispuestas para dirigir el país una vez se haya acabado el Golpe. Además, si se confirma el dato que se apunta por algunos canales, parte de los sublevados son de origen árabe no libio –mercenarios- por lo que sería otro dato que corroboraría mi tesis.
Es una guerra colonial clásica puesto que las fuerzas agresoras no esconden en ningún momento sus intenciones con la agresión, esgrimen la causa de la civilización y la imposición de la “democracia” occidental como forma deBuen Gobierno –occidentalismo, eurocentrismo, darwinismo social, racismo-; agreden directamente con sus ejércitos y armas al pueblo libio; pretenden aportar soluciones para la “educación social” de Libia sin contar con ellos (mito del Buen Salvaje de Rousseau) y no ocultan que el “petróleo” es parte de la causa de la agresión.
Es una guerra colonial clásica porque se desprecia desde la visión occidental cualquier opinión contraria a la legitimidad de la misma en la propia metrópoli (EEUU y UE). Además, se ocultan y minimizan los efectos causados por la guerra a la población y al país libio. P.e.: ¿Cuántos muertos necesita poner Libia para que valgan lo mismo que uno de los de Lockerbie? ¿Cuánto vale un libio en relación a un europeo?
Es una guerra colonial clásica porque el debate de las ideas para apoyar u oponerse a la misma parten del mismo concepto: lo bueno o malo que era Gadaffi. Este es un punto de vista occidentalista, reaccionario y antimaterialista.
Es una guerra colonial clásica mostrada claramente en la resistencia activa y pasiva del pueblo libio durante más de 6 meses a un agresor muy superior en todos los aspectos militares y de propaganda. Se demuestra aquí la capacidad de rechazo a las imposiciones extranjeras.
Apuntes para un debate: la izquierda contaminada.
Permítanme que me explaye un poco en el punto 7 del anterior parágrafo. En Europa y Occidente, el debate se encona en este punto: Gadaffi si o no, bueno-malo, ni OTAN ni Gadaffi, ying y yang…Metafísica, en resumen.
Aunque un servidor trate humildemente de exponer aquí y sobretodo en otros artículos algunos aspectos de la Libia revolucionaria, es imprescindible desterrar –de una vez por todas- la exportación sistemática y autocomplaciente del pensamiento occidentalista a realidades que no tienen nada que ver con los planteamientos preconfigurados y esquemáticos de la izquierda occidental.
Gadaffi es un dictador y un asesino. Repetido hasta la saciedad por los medios de la burguesía agresora y aceptado por la izquierda ibérica –incluida la revolucionaria- en general, salvo honrosas excepciones de algunos partidos supuestamente “trasnochados”. Tan aceptado, que alguna organización de “trabajadores” daba por bueno el guión, hablando de Gadaffi en términos como “carnicero de Trípoli” tan solo 2 días después de la “insurrección popular” que pretendía derribarlo. Alguna organización asimilaba como real la idea que “Gadaffi bombardeaba su población” sin ser capaz de ver cómo se estaba fabricando desde el imperialismo la excusa perfecta para tomar partido por unos “insurrectos populares”.
Del absoluto desentendimiento –por no decir desprecio- de las fuentes para poder dar una versión contrastada por parte de nuestra izquierda contaminada, podemos entender que se acepte acríticamente la versión imperial del tema. Sin conocer nada de la realidad social Libia tampoco se pueden entender las causas de la “revolución”.
El pueblo se ha levantado contra Gadaffi. Otro axioma falso. De las primeras noticias confusas se podían extraer consecuencias falsas. Los paralelismos con Túnez o Egipto no eran reales. Sin extenderme, podemos decir que tanto Túnez como Egipto han sufrido unas revueltas del pan (de subsistencia), provocadas por la carestía interna producto de la crisis capitalista (que golpea con más virulencia a la periferia del sistema) juntamente con la crisis de la metrópoli, que no “ayuda” tanto a las economías colonizadas. En cambio, la realidad libia nos demuestra que en todos los indicadores socioeconómicos este país tiene unos índices de bienestar y salud económica y social excelentes, siendo el 1r país por renta per càpita nacional y personal de África, entre otros factores, cosa que desmiente la supuesta carestía y opresión económica impuesta de Gadaffi a la población.
La realidad libia nos indica la composición del “pueblo levantado”, que en realidad es lo siguiente:
A. Militares liberales desertados de Gadaffi –los que se sublevaron desde los cuarteles, Younis a la cabeza-. Impulsaron el Golpe de Estado.
B. Al Qaeda- Secta Salusí. Originarios de Benghazi, protegidos por el Rey Idris I en su momento. Sunnitas radicales con lazos en Arabia Saudí y Qatar.
C. Los monárquicos nostálgicos de Idris I –con sede en Londres- del Partido Liberal. Estos son los de la bandera tricolor (roja, verde, negra). Llevan conspirando desde 1969 con el MI-6 y desde 1981 con la CIA y Reagan para derrocar por la fuerza a Gadaffi.
D. La OTAN (EEUU y UE).
E. Islamic Libyan Fighting Group, creado en los años 90 por excombatientes de Afganistán, cercanos a Al Qaeda, financiados por Bin Laden en Afganistán.
F. Mercenarios qataríes.
G. El Partido Democrático Libio. Con sede en Washington, son más liberales en lo económico – ¡aún más!- que el Liberal.
El verdadero pueblo en armas está al otro lado de esta gente, resistiendo por más de 6 meses la agresión imperialista.
En Libia no hay Partido Comunista ni movimiento obrero organizado ajeno a la Jamhiriya, y menos con capacidad de asestar un Golpe de Estado al Gobierno. Recordemos además, que el movimiento obrero y popular participa en la Jamahiriya y en los Comités de Defensa de la Revolución.
Aún si hubiere algún obrero o campesino despistado que se levantó contra Gadaffi, al ver la dicha composición del CNT, creó se lo pensará muy mucho antes de ver a su país convertido en el paraíso de la multinacional del saqueo y rapiña, la monarquía reinstaurada, la privatización de los servicios básicos, y la oficialidad de la religión integrista. Por no hablar del retroceso de los derechos de la mujer.
Lo más grave es que ningún partido-organización ha rectificado. Y alguno de ellos sigue en sus 13, demostrando una gran capacidad de crítica y autocrítica. Sigue en sus 13 afirmando que “ni OTAN ni Gadaffi”, mostrándose así al mundo –no solo a Occidente- como unos supuestos adoradores del pueblo libio que debe desprenderse de Gadaffi para luego deshacerse del imperialismo.
La gran falsedad es que no existe “pueblo libio” al que defender de Gadaffi. Se ha demostrado la falsedad de la premisa que indica “pueblo libio rebelde”. Existen facciones políticas armadas –incluso de origen extranjero- formadas, entrenadas y subvencionadas por el imperialismo yankee-europeo para derrocar y recolonizar un país soberano abiertamente antiimperialista. Existe una agresión directa de la OTAN. Existe un pueblo que está siendo sometido a la Dictadura del Capital, no valen las excusas, ni las medias tintas ante la realidad que es el Imperialismo.
Existe pueblo libio al que defender del imperialismo saqueador, existe una realidad libia –la Jamahiriya- que independientemente de nuestra posición ante ella, de comprensión o incomprensión, de apoyo político o crítica- debe ser defendida porque es la forma que ha escogido el pueblo de Libia de deshacerse del poder colonial representado por Italia, Gran Bretaña y EEUU a lo largo de su historia, y supone una organización social infinitamente más justa, equitativa, solidaria, progresista y revolucionaria que las viejas formas autárquicas que el Imperio pretende reimponer.
Ante el imperialismo –que provoca guerras asimétricas- no se le puede combatir desde la asimetría política:
entonces se toma partido -aún sin pretenderlo- por el más fuerte.
De urgencia, en Barcelona a 23 de agosto de 2011.