Más dinero para la guerra, pero ¿hasta cúando será posible? Otras razones para atacar a Libia


Por: Basem Tajeldine


No existen dudas de que las guerras imperiales representan un suculento negocio para los capitales dueños del complejo militar industrial estadounidense y europeo, y sus mafias, pero también podría representar la quiebra de las economías de sus propios Estados nacionales. Adam Smith (1723-1790), padre del liberalismo, hoy se encuentra desnudo, y su referencia de la “mano invisible” no sería precisamente la del “Dios mercado”, sino la de su propia mano amputada al descubrir hoy que su tesis sobre “el libre mercado” se encuentra completamente refutada por la realidad. La máxima de Smith que expresa: “todos los individuos, al buscar satisfacer sus propios intereses son conducidos por una `mano invisible' para alcanzar el mejor objetivo social posible” [1] hoy debe ser sustituida por esta otra que expresa: “los individuos al buscar satisfacer sus intereses individuales, necesariamente, destruyen a toda la sociedad”. Todo lo que sirva para acrecentar a los capitales, necesariamente, destruyen a los pueblos. Y es así, porque cuando se trata de confiscar los dineros de los contribuyentes para las injustas guerras del capital, la destrucción es mutua.

Es cierto, la historia la escriben los vencedores, así como las guerras la terminan pagando los pueblos vencidos, pero antes de que esto suceda, antes de que las victimas de las agresiones imperiales terminen siendo doblegadas por el poder bélico y la arrogancia, las guerras necesariamente seguirán siendo pagadas sólo por los pueblos de los países agresores.

En un mundo donde la sobre-acumulación de capitales confiscados por los casinos financieros mundiales no encuentra lugar “legal” donde ser invertidos para reproducirse con celeridad y mantener vivo el sistema; donde la superproducción de mercancías abarrota los anaqueles de los mercados mundiales sin lograr cerrar su ciclo en el consumo; donde la humanidad ha alcanzado un grado inigualable e inimaginable antes de concentración de fuerzas productivas lo suficientemente necesarias para satisfacer todos los requerimientos esenciales, fundamentales, de los seres humanos. En este mundo lleno de contradicciones y sin salidas bajo la lógica del sistema capitalista, la industria de la destrucción y de la muerte se inscribe como el nuevo campo de inversión de los capitales dispuestos para ser usados para beneficiar a sólo a un selecto grupo de intereses a costa de las mayorías. La ética y los valores universales humanos están siendo socavados por un mundo donde impera el crimen organizado por el imperio. Pero, ¿hasta dónde son capaces los Estados nacionales de financiar las guerras, en otras palabras, destinar los dineros de los contribuyentes estadounidenses y europeos hacia la industria de la destrucción y la muerte, sin antes provocar reacciones internas? ¿Hasta cuando los gobiernos de Estados Unidos y la “vieja Europa”, sumergidos en la crisis económica-financiera mundial, pueden mantener el financiamiento de las guerras?

El Secretario de Defensa de los Estado Unidos, o mejor dicho, Secretario de Guerra de ese país, Robert Gates, dio a entender que el momento del fin del dinero para la guerra está llegando. En sus últimas declaraciones circuladas por todos los medios internacionales el día 11 de junio de 2011 expresó su profunda preocupación por los que consideró como “inaceptable” que varios de entre los 28 miembros de la alianza (OTAN) muestren muy poca disposición a aumentar sus esfuerzos en la operación “Protector Unificado” que se ejerce contra Libia, por lo que también consideró, además, “alarmante” la tendencia a reducir los presupuestos nacionales de Defensa de los Estados aliados de la OTAN. Gates advirtió a esa organización de que le espera un "futuro oscuro, sino muy negro" si no neutraliza las "graves lagunas en cuanto a recursos" que sus miembros han puesto a disposición de la operación en Libia [2].

El imperio está agotando su paciencia y consideración para con sus aliados. Estados Unidos no está dispuesta a continuar sacrificando sólo a los contribuyentes estadounidenses para costear las guerras que necesitan los capitales militaristas transnacionales. Para la élite estadounidense, así como se expresa en voz de Robert Gates, la guerra tiene también que ser costeada por los europeos, mientras que los muertos los ponen los pueblos.

Pero para desgracia de Estados Unidos, según afirma el economista e investigador argentino Claudio Katz, Europa está atada y sin posibilidades de hacer mucho. En su artículo titulado: Adversarios y aliados del imperio, la crisis financiera abre serias dudas en torno a la financiación de los operativos. Todos lo miembros europeos de la OTAN padecen monumentales desequilibrios de sus cuentas públicas y la organización se enfrenta con la cuadratura del circulo: postula aumento del gasto militar sin recursos suficiente para sustentarlo (...) La impotencia bélica europeas tiene manifiestas consecuencia en el plano económico (...) esta acentúa a su vez las debilidades europeas para gestionar la crisis [3].

Sólo Estado Unidos ha tenido que cargar con los costos más significativos de la guerra contra Libia. Se especula que más de 715 millones de dólares [4] le ha costado al pueblo estadounidense, hasta hoy, la operación militar contra ese país, mientras que para el conjunto de los países europeos miembros de la OTAN el gasto ha sido mucho menor, pero no menos insoportable para sus golpeadas economías. Entre ellos se inscribe el gobierno español que ha impuesto a su pueblo un conjunto de medidas económicas draconianas; un paquetazo económico, al tiempo que gasta millones de euros para asesinar a otros pueblos. “España se ha gastado, hasta ahora, 43 millones de euros en la guerra de Libia”. La prórroga indefinida de la misión española en la operación militar acarreará más de 14 millones al mes, según los últimos datos del Ministerio de Defensa. A Reino Unido le ha costado cerca de 400 millones de dólares [5].

Cuando el Secretario General de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, aseguraba que la renuncia al poder de, Muammar al Gaddafi, era “sólo cuestión de tiempo” [6], obviamente no estaba mirando su propio reloj. Para pesar de muchos, y del propio Rasmussen, el tiempo sólo juega contra los planes imperiales en Libia y contra los mercenarios del Consejo de Transición Nacional libio (CTN). Cada día que pasa, y los crímenes de la OTAN contra la población civil Libia se intensifican, al mismo tiempo crece la determinación del pueblo libio a resistir a las agresiones imperiales. Cada día que pasa los mercenarios del CTN se ven descubiertos en sus sucios nexos y relaciones con los criminales de la alianza, perdiendo el poco prestigio conquistado por la mentira y las manipulaciones de los medios internacionales. Cada día que pasa sin que la OTAN pueda alcanzar sus objetivos planteados de asesinar a Gaddafi -en franca violación de la Resolución 1973 de la ONU- y así destruir a la genuina resistencia popular Libia para, de una vez por todas, iniciar la confiscación y el reparto del botiquín de guerra (las riquezas de ese país) entre las potencias participantes de la agresión, los gastos militares incurridos por los países de la alianza continúan incrementándose.

Al tiempo que la guerra contra Libia se intensifica, también se incrementan las protestas populares dentro de los Estados Unidos y Europa provocada por los recortes salariales, los recortes en la seguridad social, la flexibilización laboral y la extensión de los años de jubilación [7]. Los pueblos de Estados Unidos y Europa comienzan a comprender que la guerra se les está llevado sus recursos que antes eran destinados a su seguridad social. Los pueblos del “mundo desarrollado” despiertan ante la misma realidad que sucumbe a los pueblos del Sur. Al tiempo que, por otro lado, el mundo también comienza a reaccionar contra los crímenes y las constantes violaciones a los derechos humanos perpetrados por una organización, la OTAN, que justificaba su intervención en Libia bajo el falso propósito de “defender al pueblo libio” [8].

El dinar-oro y la guerra

Mucho se ha dicho y escrito sobre las razones y objetivos que han impulsado a los países de la OTAN, particularmente a los Estados Unidos, para emprender una nueva guerra, esta vez contra Libia. Muchas veces se tiende a ignorar otras razones, no menos importantes, que provocan la agresión de las potencias imperiales. Una fiera acorralada reacciona siempre con desesperación cuando siente su vida peligrar. Pero mucho peor reacciona un imperio arrogante cuando su vida, el sistema capitalista, se encuentra acorralado. La crisis del sistema capitalista mundial hace que todos debamos replantearnos muchas opiniones y escudriñar entre los muchos análisis para descubrir y comprender qué puede ser más perjudicial para el agotado sistema. Incluso, en ocasiones, aquello que aparenta ser lo menos significativo entre otros factores -porque muy poco se habla de ello- se nos impone como lo fundamental, o, mejor dicho, como una de las razones fundamentales que, sumado a otras no menos importantes, promovieron la guerra contra un país; el ataque de las fierras acorraladas.

En un mundo donde el petróleo, el agua dulce y las reservas de minerales estratégicos escasean, aquél país que las posea se convierte, inevitablemente, en blanco lógico de los grandes poderes económicos fácticos mundiales. Si, toda el África, y particularmente Libia, concentra lo más codiciado por los capitales. Sólo Libia es poseedora de importantes reservas de petróleo liviano situados en tierra firme –el más cotizado entre todos los petróleos por su bajo costo de refinación, extracción y movilidad- cuyos últimos datos de reservas certificadas hablan de 46.4 MMMBls. (mil millones de barriles en reservas) y unas expectativas de alcanzar los 100 MMMBls [9]. Además, Libia cuenta con importantes reservorios de agua fósil, uno de los más grandes del mundo estimados en 12000 Km3. Se trata del Great Man Made River Project, o GMRA, una inversión millonaria realizada por el Estado libio que, por medio de un amplio sistema de tuberías “de hormigón prefabricado de cuatro metros de diámetro, se extiende por extensas áreas de Libia, completando unos impresionantes 4.000 kilómetros de recorrido y con una capacidad teórica de suministro de seis millones de metros cúbicos de agua al día desde el desierto hasta la costa” [10]. Nada más suculento y codiciado que el petróleo y el agua para los capitales europeos que no poseen, y para peor desgracia de Libia -por su ubicación geoestratégica frente a las costas del mar Mediterráneo, dispuesto exactamente frente a Europa- su conquista se convierte en el trofeo más codiciado de una competencia de ladrones. Pero existen otras razones que mueven al imperio contra Libia, y de la que muy poco se habla: su propuesta del dinar-oro.

Desde los acuerdos de Bretton Woods establecidos en 1944, -un año antes del fin de la II Guerra Mundial- cuyos tratados instauraron al dólar como moneda de reserva internacional y de transacción mundial, hasta 1971, fecha en que el presidente estadounidense de turno Richard Nixon anulara de un plumazo la sustentabilidad del dólar en oro, nunca antes había peligrado tanto como hoy el fin de la hegemonía económica mundial imperial sustentada también en su moneda.

Han sido pocos los países que se han atrevido a plantear con seriedad salidas frente al devaluado dólar. Sólo el Irak de Saddam Husein, la Revolución Islámica de Irán, la Revolución Bolivariana encabezada por Hugo Chávez y la Jamahiriya Árabe Libia de Muammar Al Gaddafi han sido los únicos países y jefes de gobiernos quienes se han propuesto serias salidas a la crisis del dólar desatada en 1971, avistando la sustitución de sus reservas de dólares por otra moneda común, o una cesta de monedas de transacción regional respaldadas en oro. Las propuestas de Irán, Irán, Venezuela (junto a los países del ALBA [11]) y Libia se diferencian de otras propuestas similares asomadas por China y Rusia porque tienen la particularidad de ser países con fuertes economías y fortalezas respaldadas en sus inmensas reservas petroleras. Dos intelectuales europeos, Antonio Pérez Omister y Purificación González de la Blanca, nos ofrecen datos importantes e interesantes opiniones en sus trabajos desarrollados al respecto de este tema. Veamos.

Antonio Perez Omister, intelectual Catalán y autor de los libros ‘Conzpiración’ y ‘Los iluminados de Lucifer’ que analizan el dramático momento por el que atraviesa España [12], pone de manifiesto lo que es, a su entender, otra de las razones fundamentales que han generado el asalto criminal de la OTAN sobre Libia.

Recuerda Omister:

“Por lo tanto, según indican algunos expertos, el objetivo principal de la intervención militar aliada en Libia es, entre otras relacionadas con el control de los recursos naturales de ese país, como el gas y el petróleo, el mantenimiento del estatus del dólar como moneda internacional.


No olvidemos que Estados Unidos, el país con la mayor deuda exterior del planeta, financia una buena parte de la misma a través de su moneda, apreciándola o devaluándola a su conveniencia.

Según los datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), en el Banco Central de Libia, que está bajo el control total de Gadafi, se almacenan 143,9 toneladas del metal precioso con un valor estimado de 6.500 millones de dólares. A diferencia de la mayoría de los bancos centrales, que prefieren depositar sus reservas en Londres, Nueva York o Suiza, el Banco Central de Libia almacena el oro en el propio país. Algo que también hace el Gobierno de Estados Unidos, y que en su día hacía también el Banco de España, que a principios del siglo XX llegó a poseer la tercera reserva mundial de oro, por detrás sólo de Gran Bretaña y la todavía Rusia zarista.

Quien controla la moneda de un país, controla también su gobierno. Y, por mucho petróleo que posean los países árabes, mientras la moneda internacional utilizada para realizar esas transacciones sea el dólar, serán los Estados Unidos quienes controlen el precio del barril de crudo, y no los países productores” [13].

Purificación González de la Blanca, abogada española, es otra de los muchos investigadores que hoy comienzan a cuestionar muy fuertemente la participación de España en el asalto contra Libia. Para González de la Blanca no existen dudas de que los grandes intereses económicos-financieros mundiales están directamente implicados en el crimen contra ese país. En su investigación que recoge en un artículo titulado: “Libia, mucho más que petróleo” señala de forma sistemática y concisa lo que para ella representa la razón fundamental del ataque a Libia y los responsables directos de la criminal acción de la OTAN. En el escrito se pregunta:

“¿Por qué han atacado a Libia? Me remito a “Claves para entender la Guerra en Libia: ¿Petróleo o Bancos Centrales?”, de Elen Brown, Presidenta del Public Banking Institute. Se refiere a una entrevista al General Wesley Clark –en Democracy Now- en la que éste explica que sobre diez días después del 11-S, otro general le dijo que iban a atacar Iraq. No sabía por qué. Más tarde le revelaría que el plan era atacar a 7 países: Iraq, Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán e Irán. ¿Qué tienen estos 7 países en común? Que ninguno de ellos es miembro del Banco de Compensaciones Internacionales, es decir: están fuera del alcance del Banco Central y de los movimientos relacionados con el dólar, una moneda devaluada, que ha arrastrado en su caída a toda la economía mundial.

¿Pero quien decide los ataques? La Reserva Federal Norteamericana, un club privado, integrado por los verdaderos amos del planeta: Los Rothschild, Rockefeller, Morgan, Warburg, Moses Israel Seif, Lazard, Lehman Brothers, Godman Sach, etc. La RF es propietaria de la CIA, el Pentágono, el FMI…y maneja a la ONU y a la OTAN. Su objetivo es el asalto a los bancos centrales de esos países y hacerse con sus reservas de oro. Comenzaron por Iraq, ahora le sigue Libia y van a por el resto ya mencionado, sin desdeñar el petróleo u otros recursos (...) Y es que el objetivo de la Reserva Federal de EE.UU. en esta guerra, petróleo aparte, como ya hemos comentado, es hacerse con las importantes reservas de oro de Libia, estimadas en 144 toneladas de oro, para respaldar al dólar” [14].

El crimen organizado por los poderes económicos fácticos mundiales que dominan a los Estados que conforman a la OTAN (Estados Unidos y Europa) no encuentra limites cuando se trata, además de buen negocio, un asunto de supervivencia. El capitalismo mundial ha entrado en una nueva etapa mucho más cínica y descarada desde los años 70, fecha en que se da por agotado los famosos “30 años gloriosos de la posguerra” [15]. Las guerras se proponen como soluciones a su crisis económica. Pero la pregunta crucial que todos debemos formularnos es ¿Hasta cuando el imperialismo podrá sostenerse así? ¿Las rebeliones revolucionarias que se suscitan en el Norte del África, el Medio Oriente, Latinoamérica y Asia, no serán, acaso, el preludio de una revolución mundial que, más temprano que tarde, le dará sepultura al verdadero culpable fomentador de imperialismos: el capitalismo?