«ANTE NUESTROS OJOS»
Bachar al-Assad recurre a la voluntad popular
por Thierry Meyssan
Francia y las monarquías del Golfo se empeñan en presentar a Bachar al-Assad como un tirano sanguinario y en hacerlo responsable de las 60 000 muertes que contabiliza el Alto Comisariado para los Derechos Humanos. Este 6 de enero de 2013, el presidente al-Assad invirtió esa retórica en su discurso a la nación. Se reafirmó como líder de un país que está enfrentando una agresión proveniente del exterior y rindió homenaje a la memoria de los 60 000 mártires. Como símbolo de ese homenaje, a sus espaldas podía verse, durante su discurso, una bandera siria conformada con los rostros de las víctimas.
El objetivo de su discurso fue aportar precisiones concretas sobre la aplicación del plan de paz negociado entre la Casa Blanca y el Kremlin con vistas a una delimitación del Medio Oriente. Aunque el comunicado emitido en Ginebra el 30 de junio de 2012 y los numerosos contactos posteriores ya definen la estructura general de dicho plan, quedan aún numerosos detalles por negociar.
Todas las partes, con excepción de Francia y de las monarquías del Golfo, han aceptado la idea de un gobierno de transición presidido por el propio Bachar al-Assad, gobierno que incluiría a numerosos líderes de la oposición. París, Riad y Doha siguen interpretando la «transición» como el paso de una Siria presidida por Bachar al-Assad a una Siria sin al-Assad. Washington, Moscú y Damasco, por el contrario, consideran la «transición» como un proceso de pacificación y reconciliación.
El acuerdo de Ginebra plantea en principio la creación de un gobierno de unión nacional durante el periodo de transición. Pero la actual Constitución siria, dado su carácter presidencialista, no permite tal cosa ya que el presidente tiene entre sus prerrogativas la de revocar a cualquier ministro en cualquier momento, al igual que el presidente de los Estados Unidos. La creación de un gobierno sirio de unión nacional exige, por lo tanto, una reforma constitucional destinada a ofrecer garantías a la oposición.
En su discurso, el presidente Bachar al-Assad invitó la oposición a participar en la elaboración de una «carta nacional» que enmendaría temporalmente la Constitución para establecer los objetivos y el modo de funcionamiento del gobierno durante el periodo de transición. Y anunció, adelantándose así a los europeos y al enviado especial de los secretarios generales de la ONU y de la Liga Árabe Lakdhar Brahimi, que ese texto sería sometido a un referéndum. Dicho de otra manera, que habrá que respetar la voluntad soberana del pueblo sirio. No se tratará un arreglo entre grandes potencias, como aquel que el propio señor Brahimi orquestó en Taif al final de la guerra civil libanesa, y que dejó al país del cedro bajo una tutela extranjera que se mantiene hoy en día.
Una segunda interrogante se plantea en cuanto a la identificación de la oposición. Estados Unidos creó una Coalición Nacional conformada con personalidades sirias del exterior y que numerosos Estados consideran como representante del pueblo sirio. Pero esa Coalición Nacional no goza de ningún respaldo dentro del país y se ha visto rechazada incluso por el Ejército Sirio Libre (ESL).
Desde el punto de vista de Damasco y de Moscú, la Coalición Nacional, tanto por estar financiada desde el extranjero como por haber pedido a los occidentales que bombardearan Siria, no puede participar en un gobierno de unión nacional. Y desde el punto de vista de Washington, la Coalición cometió una falta imperdonable al condenar la inscripción del Frente al-Nusra (rama de al-Qaeda en el Levante) en la lista estadounidense de organizaciones terroristas. O sea, la Coalición se puso del lado de los terroristas, desacreditándose así definitivamente.
El presidente al-Assad indicó por lo tanto que el gobierno de unión nacional incluiría a todos los partidos políticos que han defendido el país a largo de esta guerra de agresión.
Es en ese punto, claro está, que las palabras del presidente al-Assad son incompatibles con la retórica del Departamento de Estado. Para Damasco, la nación siria está siendo atacada por fuerzas extranjeras que se autoproclaman «yihadistas». Para Washington, lo que hay en Siria es una «guerra civil» con interferencia de combatientes extranjeros.
Sin embargo, ambos puntos de vista se van acercando poco a poco. Al incluir el Frente al-Nusra en su lista de organizaciones terroristas, Washington de hecho abandonó políticamente al Ejército Sirio Libre. Si bien parte de los políticos estadounidenses establecen diferencias entre el ESL y al-Qaeda, los principales tanques pensantes –como el Council on Foreign Relations(Consejo de Relaciones Exteriores o CFR)– señalan, por el contrario, que el Frente al-Nusra es el principal componente del Ejército Sirio Libre, además de ser el único de importancia operativa. Es por eso que en Estados Unidos se ha hecho frecuente oír últimamente que la «revolución ha sido secuestrada» o «desviada por los yihadistas». Así que Washington puede muy fácilmente acomodarse a la posición de Damasco. La retórica de los derechos humanos, que anteriormente exigía la destitución de al-Assad, hoy exige que se le ayude a mantenerse para luchar contra el terrorismo.
Por supuesto, todo eso denota la más increíble hipocresía. Es que en la nueva coyuntura energética Estados Unidos ya no necesita apoderarse del gas sirio, el triple veto de Rusia y China impidió que la OTAN pudiera lanzarse a la destrucción de Siria y el Ejército Árabe Sirio hizo fracasar la estrategia desestabilizadora concebida por el general David Petraeus. Así que Washington está en busca de una puerta de salida honorable para esta guerra fracasada. Bachar al-Assad toma nota de ello y presenta sus condiciones.
Al llamar al pueblo sirio a pronunciarse a través de un referéndum, el presidente al-Assad cumple simultáneamente con tres objetivos: reafirma la soberanía que los occidentales y las monarquías del Golfo negaban al pueblo sirio, recuerda implícitamente que es el único líder ya legitimado por la vía de las urnas y acelera la agenda. Consciente de que no faltarán Estados que pongan en duda la limpieza de la nueva consulta popular, Bachar al-Assad utilizará esas dudas para acelerar el despliegue de una fuerza de la ONU encargada de supervisar la realización del referéndum y de poner fin a la violencia lo más rápidamente posible. El presidente sirio se abstuvo de mencionar un calendario para la redacción de la carta nacional y la realización del referéndum, con la esperanza de que el Consejo de Seguridad le proponga uno, lo más acelerado posible.
El combate antiimperialista del Estado-nación y del pueblo sirios es el de todos los pueblos del mundo
Por Comité Valmy
Por Claude Beaulieu y Genevieve Blache, miembros de la dirección del Comité Valmy*
La situación existente en Siria
es esencialmente resultado de una agresión externa
Siria está desde hace décadas en estado de guerra latente con Israel y Estados Unidos.
La actual crisis, impuesta por los dirigentes estadounidenses, alcanza, en materia de barbarie y de violación de la legalidad internacional, un nivel de cinismo raramente visto durante la larga serie de injerencias, de agresiones y guerras que esos mismos dirigentes han venido perpetrando ininterrumpidamente, fundamentalmente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Esa constante violación de la legalidad internacional y de la Carta de la ONU ha llevado a los dirigentes estadounidenses a dejar de tener en cuenta, cada vez más a menudo, los procedimientos y las reglas de la diplomacia en las relaciones entre los Estados soberanos que la civilización ha ido construyendo a lo largo de siglos. Esa predilección por la ley de la selva en materia de geopolítica cuenta con la total aprobación de sus vasallos occidentales, que además también la adoptan como comportamiento. Personajes como el ex presidente francés Nicolas Sarkozy, el actual presidente francés Francois Hollande y sus respectivos ministros de Relaciones Exteriores, Alain Juppé y Laurent Fabius, se cuentan hoy entre los más sumisos de esos vasallos.
Esta realidad concreta, que sigue empeorando con el paso de los años y que ningún antiimperialista puede pasar por alto, obligó a Siria a dotarse de un Estado particularmente solido, ciertamente imperfecto y no desprovisto de defectos, pero que le ha permitido mantenerse hasta hoy como el único país árabe laico verdaderamente independiente de todo el Medio Oriente, capaz de resistir al vandalismo euroatlántico, sionista y occidentalista, que asesina en colaboración con el islamismo radical más retrógrado.
Rechazando el vasallaje y el desmantelamiento de su país, el gobierno antiimperialista de la República Árabe Siria y el pueblo, que en su mayoría, lo respalda activamente libran actualmente una encarnizada lucha en la que oponen fiera resistencia a una guerra de agresión proveniente del exterior. Planeada y preparada desde hace mucho tiempo por las diferentes administraciones estadounidenses, esta guerra está siendo implementada por una alianza en la que se asocian las fuerzas conjugadas de las barbaries occidentalista y sionista con las de los mercenarios yihadistas wahabitas, salafistas y takfiristas.
En esta agresión, el peso específico de los colaboradores [de la agresión externa] del ejército «sirio libre» es secundario en relación con el de las bandas terroristas provenientes del extranjero. Y sólo aparecen como una fuerza adicional destinada a garantizar el color local y a servir de justificación siria a una intervención exterior.
A pesar de la gravedad de la injerencia euroatlántica y del carácter inhumano de esta guerra de agresión financiada por los miles de millones de dólares de Qatar y de Arabia Saudita, a pesar de las traiciones remuneradas o de la ocupación parcial del territorio nacional por parte de Israel, que pretende anexar la meseta del Golán, los sirios, bajo la dirección de su legítimo gobierno, han emprendido –a pesar de todo– un difícil proceso de democratización de su sociedad, conjugado con el desarrollo de la resistencia a favor de la independencia, de la soberanía, del laicismo y del rechazo a la guerra civil interconfesional.
Hemos sido testigos, desde hace 2 años, de un metódico trabajo de fortalecimiento de la soberanía en Siria, al contrario de lo que puede verse en Francia y en los demás países vasallos de la Eurodictadura, países en los que las oligarquías financieras están destruyendo los Estados-naciones, la democracia y la soberanía de los pueblos, imponiendo además a estos últimos una regresión social que agravan ininterrumpidamente.
En su discurso del 30 de marzo de 2011 ante la Asamblea del Pueblo, el presidente Bachar al-Assad expresó una voluntad reformadora que desde entonces no ha dejado de poner en práctica, por etapas, a pesar de los obstáculos que la situación de guerra multiplica inevitablemente en el complejo marco del desarrollo de las libertades democráticas.
Resistencia patriótica acompañada de un proceso de reformas democráticas
Subrayemos aquí, fundamentalmente, las siguientes etapas:
En julio de 2011, el parlamento sirio estableció el pluralismo político y legalizó la existencia de partidos de oposición, dirigidos por personalidades que en algunos casos estuvieron anteriormente en prisión.
El 26 de febrero de 2011 se adoptó una nueva Constitución siria como resultado de un referendo que arrojó un 89,4% de aprobación, con un 57,4% participación de los electores a pesar de una situación caracterizada por masacres, atentados y amenazas terroristas. Esta Constitución, que pone fin a la supremacía autoritaria del partido Baas, en el poder desde hace medio siglo, fue promovida por el propio Assad, quien se ha dado claramente a la tarea de hacer evolucionar un sistema político del que él mismo tiende a separarse para favorecer la promoción de una amplia unión patriótica que permita poner fin a la guerra así como concretar y profundizar la anunciada reforma.
El 7 de mayo de 2012 se realizaron elecciones legislativas. La participación alcanzó el 51,36%, cifra elevada dado lo difícil del contexto. Aunque el bloque «Unidad Nacional», que apoya al presidente Bachar al-Assad, ganó esas elecciones, es importante señalar que varios miembros de la oposición democrática también resultaron electos, lo cual representa un progreso significativo que no dejará ciertamente de arrojar resultados.
El 23 de junio de 2012 se constituyó en Siria un nuevo gobierno, del que forman parte dos miembros de la oposición fieles a la nación: Qadri Jamil y Ali Heidar, quienes presiden el Frente Popular para el Cambio y la Liberación, creado en julio de 2011 (este movimiento, que reúne a comunistas y patriotas progresistas, participó en las elecciones legislativas del mes de mayo, actúa a favor de las reformas, condena la violencia y se opone a toda intervención o injerencia extranjera).
Quadri Jamil, diputado de la oposición democrática en la Asamblea del Pueblo (como participante en las elecciones del 7 de mayo), proveniente del movimiento comunista, fue nombrado viceprimer ministro a cargo de los asuntos económicos y ministro de Comercio Interior y de Protección del Consumidor, mientras que Ali Haidar fue nombrado ministro de Estado para la Reconciliación Nacional, cargo en el cual está haciendo una contribución particularmente útil a la unificación popular.
El 22 y el 23 de septiembre de 2012 se desarrolló en Damasco, y en presencia de embajadores presentes en ese país –como los de Rusia y China–, el congreso de una coordinación de la oposición de la que forman parte 20 partidos y cuadros políticos de la oposición.
El 26 de febrero de 2011 se adoptó una nueva Constitución siria como resultado de un referendo que arrojó un 89,4% de aprobación, con un 57,4% participación de los electores a pesar de una situación caracterizada por masacres, atentados y amenazas terroristas. Esta Constitución, que pone fin a la supremacía autoritaria del partido Baas, en el poder desde hace medio siglo, fue promovida por el propio Assad, quien se ha dado claramente a la tarea de hacer evolucionar un sistema político del que él mismo tiende a separarse para favorecer la promoción de una amplia unión patriótica que permita poner fin a la guerra así como concretar y profundizar la anunciada reforma.
El 7 de mayo de 2012 se realizaron elecciones legislativas. La participación alcanzó el 51,36%, cifra elevada dado lo difícil del contexto. Aunque el bloque «Unidad Nacional», que apoya al presidente Bachar al-Assad, ganó esas elecciones, es importante señalar que varios miembros de la oposición democrática también resultaron electos, lo cual representa un progreso significativo que no dejará ciertamente de arrojar resultados.
El 23 de junio de 2012 se constituyó en Siria un nuevo gobierno, del que forman parte dos miembros de la oposición fieles a la nación: Qadri Jamil y Ali Heidar, quienes presiden el Frente Popular para el Cambio y la Liberación, creado en julio de 2011 (este movimiento, que reúne a comunistas y patriotas progresistas, participó en las elecciones legislativas del mes de mayo, actúa a favor de las reformas, condena la violencia y se opone a toda intervención o injerencia extranjera).
Quadri Jamil, diputado de la oposición democrática en la Asamblea del Pueblo (como participante en las elecciones del 7 de mayo), proveniente del movimiento comunista, fue nombrado viceprimer ministro a cargo de los asuntos económicos y ministro de Comercio Interior y de Protección del Consumidor, mientras que Ali Haidar fue nombrado ministro de Estado para la Reconciliación Nacional, cargo en el cual está haciendo una contribución particularmente útil a la unificación popular.
El 22 y el 23 de septiembre de 2012 se desarrolló en Damasco, y en presencia de embajadores presentes en ese país –como los de Rusia y China–, el congreso de una coordinación de la oposición de la que forman parte 20 partidos y cuadros políticos de la oposición.
El presidente sirio se ha pronunciado en diferentes ocasiones por un diálogo nacional con la oposición democrática como medio de buscar una posible solución política de consenso a la crisis…
Es esa oposición, y así hay que recalcarlo, recientemente recibida en Moscú, la que hasta ahora sigue rechazando el diálogo patriótico. Y está siendo estimulada al rechazo del debate soberano por la injerencia y las manipulaciones de los provocadores occidentales, como el ex ministro francés de Relaciones Exteriores Alain Juppé y su sucesor Laurent Fabius, quien incluso ha llamado a asesinar al jefe de Estado sirio.
El general libanes Michel Aoun, presidente de la Corriente Patriótica Libre libanesa, declaró recientemente, y con toda razón, que Siria está «más cerca de la democracia que cualquier otro país árabe». E incluso lanzó una advertencia contra el derrocamiento del régimen de Assad, señalando que eso sería el «preludio de una guerra mundial».
Un patriota laico y reformador,
un combatiente antiimperialista de estatura internacional
Carismático hombre de Estado, valeroso y decidido, el presidente de la República Árabe Siria surge en el mundo de las mentes libres, de las mentes liberadas del pensamiento único, como un dirigente antiimperialista consecuente, de la estatura de los dirigentes que caracterizaron la lucha anticolonialista del siglo 20.
- El presidente Bachar al-Assad conversa con civiles y con soldados del Ejército Árabe Sirio durante una visita al barrio de Baba Amro, en Homs, el 27 de marzo de 2012.
- Foto: Agencia SANA
Aunque en condiciones diferentes, Bachar al-Assad está dirigiendo una lucha claramente solidaria con la que están librando Hugo Chávez y el pueblo de Venezuela, por citar sólo ese ejemplo. Los antiimperialistas que, a través del mundo, no han aceptado la demonización de Fidel Castro y de Hugo Chávez por parte de los medios de la prostituida prensa occidental tampoco deben aceptar la imagen falsa de Bachar al-Assad como un autócrata sanguinario, imagen que la guerra ideológica está tratando de imponer.
Es evidente que Bachar al-Assad cuenta con el respaldo de la mayoría de los sirios, que se revela además como el dirigente más apto para implementar la victoria militar y política sobre los agresores imperialistas y sus colaboradores y mercenarios. Es también el más decidido a unificar el pueblo-nación agredido alrededor de una política reformadora de defensa de la soberanía y de la independencia nacionales así como del desarrollo de las libertades democráticas y el progreso.
¿No habría que tener en cuenta, además, que el combate que se ha impuesto a Siria, a su gobierno y a su patriótico pueblo pone objetivamente a ese Estado-nación a la vanguardia de la defensa de la causa de los pueblos del mundo?
La Siria soberana es en realidad una estratégica posición avanzada de la lucha contra el sometimiento de las naciones y por la libertad de todos los pueblos del mundo que hoy se encuentran convertidos en vasallos, oprimidos o bajo la amenaza estadounidense de agresión y de guerra, amenaza respaldada por el bloque euroatlántico y occidentalista y sus diversos agentes.
Si cayera la Siria antiimperialista y laica, lo cual no creemos, ello representaría una evidente derrota para Irán, Rusia y China. La Siria que resiste es un cerrojo que en cierta forma protege a esos países al retrasar la agresión ya programada. Esos tres países están hoy rodeados de numerosas bases militares y se hallan en la mira de los diversos dispositivos belicistas que controlados por los dirigentes estadounidenses que, como ya sabemos, están instalando además sistemas antimisiles con la pretensión de hacerse invulnerables.
Siria y su pueblo vencerán, estamos convencidos de ello, ante el salvajismo estadounidense. Si a pesar de todo sucediera lo contrario, ello significaría nuestra propia derrota, la de todos los ciudadanos pacíficos del mundo, la de todos los pueblos y naciones oprimidos y en situación de vasallaje. Como han señalado el general Aoun y otros como él, ello abriría el camino a una nueva guerra mundial.
Lo que está en juego en Siria no sólo es el derecho del pueblo de ese país sino el derecho de todos los pueblos a disponer de sí mismos.
El futuro del Estado sirio, la elección de sus dirigentes, asuntos de la exclusiva competencia de la soberanía popular y de la independencia nacional, deben decidirse en Siria y en ningún otro lugar, ni en Washington, ni en Tel Aviv, ni en París o ninguna otra capital.
La cuestión social y la cuestión nacional son inseparables
Los comunistas y los progresistas sirios han denunciado diversas privatizaciones y, con ellas, la invasiva influencia –durante los últimos años– del FMI y del neoliberalismo sobre la política económica de su país, así como sus secuelas antisociales, que provocaron un descontento popular naturalmente explotado por la oposición, de forma legítima o con fines demagógicos.
La actual búsqueda, por parte del pueblo sirio, de una forma de unión alrededor de la preservación del Estado-nación laico que garantice la victoria ante la guerra de agresión puede ser la oportunidad, para los patriotas, de conjugar el interés de la Nación, la soberanía popular y el desarrollo de las libertades democráticas con una política de reconstrucción económica que incluya el progreso social.
Esta particular situación no deja de recordarnos el heroico camino que durante la Segunda Guerra Mundial condujo en Francia a la constitución del Consejo Nacional de la Resistencia y a la elaboración de su programa.
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