La
OTAN, culpable del caos en Libia
Los aliados de la OTAN, están preocupados.
Si el modelo libio fracasa por completo, su aventurerismo militar en Oriente
Próximo sufrirá un nuevo revés. La OTAN es más cuestionada por los graves
crímenes de guerra cometidos.
Trípoli,
La «misión cumplida» en Libia ha resultado ser otro engaño. Las consecuencias
no son menos devastadoras que las que se produjeron en Irak.
La situación actual en Libia augura un conflicto en diversos niveles en el que
se encuentran involucradas numerosas milicias, tribus y facciones, todas ellas
organizadas en torno a objetivos ideológicos, dinásticos y políticos exclusivos
de Libia.
La guerra de Libia ha dado más poder a algunas de las partes y les ha ofrecido
la oportunidad de saldar cuentas pendientes. Esto se ha puesto de relieve en la
violencia que se está produciendo en Bani Walid, donde se han generalizado los
asesinatos y la tortura de personas acusadas de ser leales a Muamar Gadafi.
Para justificar su ataque contra cualquier ciudad de Libia, a las milicias les
basta alegar que alberga a leales a Gadafi. Ese ha sido el caso de Bani Walid,
una de las últimas ciudades en rendirse. Tal denuncia es suficiente para hacer
que cualquier acto de agresión y tortura sea de alguna forma aceptable para los
medios tanto árabes como occidentales. El CNT está simplemente tomando
posiciones para asegurarse de que las poderosas milicias emergentes le son
leales, al menos de palabra.
Todo esto contradice los cálculos iniciales de la OTAN. La OTAN esperaba la
consolidación de un CNT fuerte, respaldado por milicias bien controladas, que
se convertirían respectivamente en el próximo gobierno y ejército nacional.
Pero no es lo que ha sucedido. El CNT se ha constituido de forma caprichosa,
sin un auténtico mandato popular, mientras que las milicias continúan
atrincheradas para asegurarse de que la futura Libia no se olvidará de sus
tribus, ciudades e intereses de grupo. Son los ingredientes para una guerra
civil.
La situación empeoró cuando grupos defensores de los derechos humanos
criticaron duramente la espantosa situación de las cárceles libias. Amnistía
Internacional denunció la muerte de reclusos sometidos a torturas. En Davos, el
Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Navi Pillay,
contó a Associated Press que varias milicias mantienen a ocho mil prisioneros
recluidos en sesenta centros de detención repartidos por todo el país. En
dichos centros «se producen torturas, ejecuciones extrajudiciales y violaciones
de hombres y mujeres».
Los aliados de la OTAN, por supuesto, están preocupados. Si el modelo libio –el
cambio de régimen desde el aire– fracasa por completo, su aventurerismo militar
en Oriente Próximo sufrirá un nuevo revés. Más aún, el desarrollo de la farsa
libia continuará reanimando las alegaciones de graves crímenes de guerra
cometidos por la propia OTAN, que supuestamente desencadenó la guerra en ese
país «para proteger a los civiles y las zonas habitadas bajo amenaza de
ataque».
La guerra de la OTAN en Libia estuvo dirigida por un canadiense, el teniente
general Charles Bouchard. En junio pasado se publicó que el ministro canadiense
de Asuntos Exteriores, John Baird, dijo que no cabía esperar que Libia pasara
de «Gadafi a Thomas Jefferson». Le faltó explicar qué clase de democracia
pretendía lograr la OTAN con sus 9.600 misiones de ataque.
Reprender a los libios por no respetar los derechos humanos es una descarada
hipocresía, especialmente cuando sigue sin haberse terminado el recuento de
muchas de las víctimas de la OTAN. El comportamiento de las milicias y de un
CNT falto de representatividad no es más que una continuación del violento
legado dejado por los mismos países de la OTAN que ahora piden
responsabilidades, democracia y el imperio de la ley.
NO quisieron
poner sus botas en Libia para evitar los estragos y la muerte en sus filas que
tuvieron en Afganistán e Iraq. Con una potente guerra aérea, Estados Unidos,
Francia, Reino Unido y los socios de la Organización del Tratado del Atlántico
Norte (OTAN) destruyeron una nación soberana e independiente en nombre de la
hipócrita preocupación por la democracia, sin que ninguno de sus soldados
saliera de la nación norteafricana en un ataúd. Pero ahora, ante la dificultad
de las nuevas autoridades —puestas por los cañones occidentales— de estabilizar
y administrar el país, Washington ha decidido tomar cartas en el asunto.
El caos sacude a uno de los mayores productores
africanos de petróleo. Las bandas armadas que respondieron al autodenominado
Consejo Nacional de Transición (CNT) —el ejército terrestre de la OTAN en la
guerra contra el régimen de Muammar Al-Gaddafi— llevan meses peleándose por el
control de feudos, y le exigen al Consejo una mayor representatividad de sus
intereses en el Gobierno. Por eso desoyen las ofertas de integrarse a las que
serían las nuevas Fuerzas Armadas libias.
Y lo que es más grave, impera en la población el
descontento y la desconfianza, bien fundados, en el CNT. Recientemente, el
vicepresidente del Consejo, Abdul Hafiz Ghoga, se vio obligado a renunciar a su
cargo en medio de crecientes protestas en Bengazi (noreste), la segunda ciudad
del país y cuna de la rebelión contra Gaddafi. Incluso después de abandonar su
puesto, Ghoga, a quien acusan de oportunista por su participación en el
Gobierno de Gaddafi y después en el del CNT, fue agredido por estudiantes en la
Universidad de esa urbe.
Las manifestaciones, que ya se hacen bastante
frecuentes, exigen a las nuevas autoridades una mayor transparencia en la
administración de los activos del país, que a pesar de ser uno de los más ricos
de África, ahora, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), se encuentra en
una situación bastante precaria en el orden de las finanzas.
Pero lo que más preocupa a Washington es la
posibilidad de que se pueda organizar un movimiento de resistencia que le
impida saquear el país en paz y tranquilidad. El Gobierno del CNT, además de
protestas populares, ha debido enfrentar sabotajes y acciones armadas de peso,
al punto de perder el control de zonas de algunas ciudades.
Por ello, la potencia norteamericana comienza a
establecer su presencia militar en Libia, de manera escurridiza gracias al
silencio cómplice de los grandes medios de comunicación que acompañaron la
guerra imperialista contra la nación norteafricana.
Desde finales de diciembre, el Pentágono está
instalando una base militar en Wau Al Kebir (900 kilómetros al sudeste de
Trípoli y 240 kilómetros al norte de la frontera con Chad). Y en los últimos
días varios medios se hacen eco de reportes muy escuetos que dan cuenta del
movimiento de soldados yanquis —unos dicen que 6 000, otros que 12 000— desde
la base militar de Malta hacia Brega, una de las ciudades estratégicas, donde
se refina el petróleo antes de su venta en el mercado mundial.
El paso dado por EE.UU., otra violación de la
soberanía libia, ha irritado incluso a quienes en un principio apoyaban al
apátrida CNT. Algunas de estas bandas —de Misurata— que fungieron como el peón
libio de la OTAN contra Gaddafi, fueron blanco de los aviones franceses Apache
al servicio de la Alianza Atlántica cuando intentaron controlar las plataformas
petroleras de Brega.
Esta es una despiadada campaña militar por el
crudo libio, en la que Washington busca posicionar a sus empresarios como los
favoritos, aunque sea a golpe de cañón.
En la lista de socios occidentales que se beneficiarían
de contratos, según Ali Tarhouni, quien fungió como Ministro de Petróleo del
CNT entre marzo y noviembre de 2011, Estados Unidos ocupa el segundo puesto,
después de Francia, y seguido por Gran Bretaña e Italia. Pero esta correlación
pudiera cambiar. El actual ministro de esa cartera, Abdul-Rahman Ben Yezza, es
un ex ejecutivo de la compañía italiana ENI, la empresa extranjera que mayor
participación tuvo en el sector durante el régimen de Gaddafi.
Estados Unidos va con todo por el petróleo
libio, y en una carrera militar ninguno de sus socios imperialistas puede
aventajarle. Libia es solo una puerta a los ambiciosos planes que Washington
tiene reservados para África.
El proceso de
transformación política con el que el Consejo Nacional de Transición (CNT)
intenta dar una imagen de estabilidad en Libia se enfrenta a las diferencias
que emanan de la dirección y la fisiología de esa agrupación y a la presión de
varias fuerzas que participaron en la guerra de Estados Unidos, Francia y Reino
Unido, contra ese país.
Bastante tardó, después de varios intentos, la
formación de un gabinete que, según el CNT, dirigiría el país hasta la
celebración de elecciones en la primera mitad de 2012 para una Asamblea
Constituyente que redacte la Carta Magna, además de encargarse del desarme de
ex militares y ex insurgentes y emprenda la reconstrucción.
Ni tan siquiera hubo consenso entre los
sublevados para elegir como primer ministro a Abdel Rahim El-Keib —académico y
empresario que ha pasado la mayor parte de su vida en Estados Unidos—, quien
contó apenas con 26 de los 51 votos posibles.
Ahora, la misión del ejecutivo de reconstruir el
tejido social libio y traer la paz parece utópica en medio de un escenario de
desconfianza entre las propias fuerzas que integran el denominado Consejo. Los
grupos que combatieron contra las tropas del coronel Gaddafi piden una
representación más amplia en el CNT: un 40 por ciento de su membresía, según
trascendió de la reciente conferencia de la denominada Unión de los rebeldes de
Libia, una organización que reagrupa al 70 por ciento de quienes se levantaron
en armas contra el Gobierno.
La desconfianza también está en las calles. Hace
poco, jóvenes activistas de organizaciones de la sociedad civil libia en la
ciudad de Bengazi, cuna de la guerra civil que comenzó a mediados de febrero de
2011, exigieron en una movilización el derrocamiento del CNT, a cuyos miembros
tildan de «trepadores», y exigen que estos no formen parte de la Constituyente.
Mientras, continúan las vendettas, los ajustes
de cuentas, el saqueo de residencias, escudados en la búsqueda de leales a
Gaddafi… Una prueba fehaciente de la falta de control que tiene el nuevo
gabinete, aunque quiera dar la imagen de un país que intenta levantarse entre
las ruinas y los odios dejados por una cruenta guerra.
El CNT no controla siquiera Trípoli, la capital,
ni ha logrado el desarme de los grupos y tribus que se sumaron a la cruzada
contra Gaddafi. A su interior persisten divisiones entre la corriente liberal,
impulsada por libios de la diáspora, figuras prooccidentales y ex colaboradores
de Gaddafi, y los islamistas, representados por el Grupo de Combate Islámico,
una agrupación de carácter radical. A ello se suman las tradicionales
diferencias regionales y étnicas que hoy pugnan más que nunca por lograr una mayor
representatividad.
A dos meses y medio del asesinato de Gaddafi,
aún impune, continúan las luchas por el poder y el dominio de territorios.
Diversos grupos armados controlan áreas de influencia, construyen sus feudos en
las principales ciudades, y emplean como base instalaciones utilizadas por el
régimen anterior.
Según el periodista Franklin Lamb, de
CounterPunch, quien actualmente se encuentra en Libia, solo en Trípoli operan
más de 55 milicias, con un total de 30 000 hombres, algunos de ellos protegidos
y dirigidos por el propio CNT. Otros andan por su cuenta.
A inicios de este mes, exactamente el 3 de
enero, se registraron enfrentamientos en la capital que causaron seis muertos y
18 heridos cuando el Ministerio del Interior trató de recuperar el edificio
donde funcionaba el servicio de inteligencia y se encontró con la dura reacción
de la milicia que se apoderó del complejo.
Un día después, una coalición de brigadas de ex
insurgentes rechazó el nombramiento del jefe del Estado Mayor del futuro ejército
libio, Yusef al Mangush, y acusó al CNT de haber ignorado a sus candidatos al
cargo.
Los hechos evidencian que aún el CNT sigue sin
tener la más remota idea de cómo manejar el complejo crisol político y tribal
libio, lo que es fundamental para poder garantizar la estabilidad y la
explotación efectiva de la enorme riqueza natural de ese país, que cuenta
además con una posición estratégica y neurálgica para Europa.
Las cenizas de la guerra civil, desatada por las
grandes potencias, aún se mantienen calientes. El propio presidente del CNT,
Mustafa Abdel Jalil, admitió que el país puede precipitarse en ese camino si no
logra controlar a las milicias rivales. De continuar este escenario,
difícilmente podrían celebrarse las elecciones de 2012.
Por tanto, no sorprendería que pronto nos
encontremos ante un nuevo Iraq en el norte de África.
Libia: peor de los crímenes de la OTAN
Las mentiras, el engaño, el chantaje, la
intimidación, el asesinato, la tortura, los campos de concentración,
destrucción de propiedades, saqueos, matanzas ... todas estas palabras palidecen
hasta la insignificancia cuando nos fijamos en lo que la OTAN ha hecho en Libia
- y tiene la intención de hacer a Siria a los pocos días . La evidencia
repugnante que sale de Libia pone de relieve lo que estamos tratando.
Es muy difícil imaginar que los señores de
Cameron, La Haya, Sarkozy, Juppé, Obama y Hillary Clinton están contentos con
su legado en Libia.De hecho, lo que han hecho que llevaría cualquier ser humano
normal a las profundidades de la desesperación, en un contexto profesional,
porque se trataría de un despido y en un militar, un tribunal marcial o una
baja deshonrosa.
Misión de la OTAN en Libia fue la imposición
de una zona de exclusión aérea para proteger a civiles
inocentes. Exactamente cómo alguien podía haber sido tan ingenuo como para
creer que, después de lo que hizo la OTAN en Irak, desafía a la lógica, sino
todo lo que cualquiera hubiera creído que se comprometieron a completar los
detalles más adelante, ídem. Sin embargo, los gobiernos del mundo y las
redes de comunicación compatibles con los medios de comunicación, una vez más
dio a la OTAN en beneficio de la duda y una vez más, la OTAN realizó en el
momento justo: otra matanza, otro ejemplo de Armar a los terroristas, más
muertes, más violencia, más quema de la propiedad, más tortura, violaciones y
más de otra generación de niños con sus futuros guiones de las ruinas.
Otro país que muerde el polvo? Si Dios
existe y si Satanás no descarta este mundo ya, luego Libia puede y debe ser la
última resistencia de la OTAN, el derecho debe derrotar a mal, bien debe
triunfar sobre el mal, el demonio debe ser asesinado y la OTAN deben perder el
poder que tenía.
He tenido acceso a algunas imágenes horribles
sobre you.tube, de los niños con sus caras desprendidas por los pilotos de la
OTAN a partir de 30.000 pies, después de la OTAN se negó a permitir que las
autoridades libias a celebrar elecciones libres y justas. Y ahora,
recibimos imágenes de un ataque total de la OTAN contra los defensores de
Sirte, como la libertad y la democracia se impuso a los ciudadanos de Libia,
que recibirá las pruebas de los libios atacan a las fuerzas terroristas NTC un
hospital, bajo la cobertura completa de la OTAN. Así fue la feroz ataque
contra el hospital en Sirte, por parte de terroristas de la OTAN, que la Cruz
Roja no pudo entregar los suministros.
Nosotros recibimos la evidencia de ataques
contra la NTC personal de la Cruz Roja está tratando de quedarse suministros
médicos en Sirte.Impedir el acceso de la ayuda es un crimen de guerra por el
NTC y por la OTAN para ametrallar las posiciones de las autoridades.
Nosotros recibimos la evidencia de que la
OTAN estaba usando helicópteros para disparar misiles en Sirte, a pesar del
hecho de que su misión era la de imponer una zona de exclusión
aérea. Gaddafi estaba en lo cierto: los UNO halaga
a los caprichos de la FUKUS Eje (Francia, Reino Unido, EE.UU. e Israel) y no
utiliza el mismo peso y medida cuando se trata de las naciones más pequeñas.
En la actualidad, Libia es un caos. Los
enfrentamientos en Alkufira - muchos terroristas muertos, enfrentamientos en
Sebha terroristas de muchos muertos. Y para colmo de limpieza, étnica por
parte de terroristas NTC de la OTAN - los ataques contra un campamento de
refugiados en las afueras de Trípoli - mil quinientos refugiados agobiados con
fuego de ametralladora por los terroristas NTC apoyados por la OTAN, de
Cameron, en La Haya, por Clinton, Obama, Sarkozy, por Juppé.
Los terroristas, en este caso vino de
Misratah y ametrallaron a los refugiados, coreando consignas
racistas. ¿Por qué? Debido a que muchos de los residentes eran negros
de Tawergha, que fue víctima de la limpieza étnica de la brigadas de
Misratah. Que sea éste el legado de la OTAN para la humanidad: la apoyó
racistas, apoyado a los terroristas, apoya a los violadores y ahora, Libia es
un caos.
Pidamos a los señores de Cameron, Sarkozy,
Obama, de La Haya, Juppé y Hillary "War Zone" Clinton si están
satisfechos con lo que han hecho.
El legado de estos demonios es claro ver en
Libia hoy, visible en las consignas pintadas a lo largo de los caminos:
"la brigada [Misratah brigada] para purgar los esclavos y la piel
negro", "medidas drásticas como la prohibición de los nativos Tawergha
de llegar a trabajar, vivir o enviar a sus hijos a las escuelas de Misratah
".