Ultimo parte de resitencia Libia: Sirte se encumbra de gloria al sacrificar a centenares de rebeldes de la OTAN

Sirte última hora – los rebeldes de la OTAN se han visto obligados a huir a Ajdabiya después de más enfrentamientos en torno a Sirte. cientos de ratas de la OTAN fueron sacrificadas cuando intentaron irrumpir en Sirte, respaldado por la OTAN, que luego del bombardeo de manera mas torpe deja caer dentro de Sirte propaganda amenazadora contra civiles. Las ratas se han avergonzado en muchas ocasiones por hacer declaraciones falsas, y exagerando los hechos. Afirmaron que habían tomado Bani Walid, pero al día siguiente fueron vistos huyendo del frente de batalla, llevando el mayor número de cadáveres y heridos que podían. También alegaron que ocupaban anteriormente Sirte, pero poco después fueron vistos huyendo ...





Nuevos informes indican que las ratas rebeldes de la OTAN huyeron del norte de Bani Walid después que  sus posiciones fueron atacadas. 

Aún no está claro si los “rebeldes” de la OTAN fueron muertos o heridos. ( Reuters minimiza la huida ) 

Los intensos combates han sido reportados fuera de Sirte, las milicias de la OTAN tratan infructuosamente de tomar la ciudad, además han utilizado mercenarios extranjeros en operaciones especiales que se infiltraron dentro de la ciudad para atacar desde dentro. La misma táctica fue utilizada en Bani Walid, pero  como las ratas de la OTAN sufrieron gran número de bajas tuvieron que retirarse dejando a la cadena de operaciones especiales en el interior (la fe es aún desconocido).  Fue cuando voluntarios libios los rodearon  y capturaron otros fueron sacrificados. La OTAN sabe que debe mentir acerca de sus víctimas y otros eventos en el suelo. combates arrecian en tanto la Hora Cero se acerca, y se intensificó lentamente. La OTAN no se espera que continúe las operaciones de terror a la hora cero debido a la imagen negativa de la guerra, y debido a los fracasos económicos de la OTAN. 





Tropas verdes de Gadafi - prometen luchar hasta la victoria final 




Himno Nacional de la Jamahiriya Árabe Libia




Solidaridad Frente a la barbarie imperialista: disolución de la OTAN - Barbarie en Libia -


Frente a la barbarie imperialista:
disolución de la OTAN
- Barbarie en Libia -

Durante los últimos 7 meses hemos asistido a una nueva guerra de agresión de las potencias imperialistas contra un país soberano y miembro de la ONU.

Han sido 7 meses de bombardeos, de muertes, de matanzas, de destrucción, de saqueo y de preparación de la opinión pública mundial para asistir a la conquista de un país, al robo de sus recursos naturales, a la privatización de sus servicios sociales, a su división y refeudalización.

Todo ello, para complacer a unos políticos que habían decidido el destino de Libia, el objeto de sus apetencias, en una mesa de reuniones, a miles de kilómetros de ese país, y de espaldas a su ciudadanía.
De nada han servido las llamadas al diálogo y a la negociación, de nada han servido las rondas de contactos, de nada ha servido la mediación de la Unión Africana o de la comunidad de países de América Latina.

Los imperialistas, a través de su brazo armado, que es la OTAN, estaban decididos a acabar con la soberanía de ese país y repartirse sus riquezas.

El papel de la ONU, organización nacida al final de la II Guerra Mundial, y entre cuyas metas está acabar con las guerras y servir de auxilio en los procesos de descolonización, ha sido el de servir de cobertura legal y política a la aventura militar de los imperialistas. Las potencias agresoras han ido más allá de lo que recogían las resoluciones aprobadas por la ONU, y la ONU lo ha conocido de antemano sin hacer nada para impedirlo.

¿Se han defendido los derechos humanos para los que, según las resoluciones de la ONU, servían las operaciones militares de los países de la OTAN? ¿Se han salvado vidas con los bombardeos de la OTAN? Todo ha formado parte de una gran hipocresía que ha justificado y encubierto una guerra criminal e injustificable.

Desde que inició sus operaciones en Libia, la OTAN reconoce haber hecho casi 20.000 vuelos sobre el país. Por su parte, los “rebeldes”, a quienes la OTAN sirvió de cobertura aérea, entre otras tareas de apoyo, elevan la cifra de muertos durante el conflicto hasta los 50.000, incluyendo desaparecidos. La cifra de heridos superaría ampliamente a la de muertos. Los desplazados de la guerra de Libia se han dirigido hacia Túnez, Egipto e Italia. Los beligerantes han buscado suministro de armamento en otros países, y Francia ha reconocido oficialmente que ha suministrado armamento a los “rebeldes”, violando las resoluciones de la ONU.

Muchos países del mundo ya han denunciado las acciones de la OTAN en Libia. Algunos, como Sudáfrica, ya han pedido que el Tribunal Penal Internacional las investigue.

Por nuestra parte, denunciamos que la OTAN y las potencias agresoras contra Libia han cometido un genocidio contra el pueblo libio.

El pueblo libio ha resistido heroicamente la agresión, y sigue resistiendo, en unas condiciones que hace 7 meses nos hubieran parecido inimaginables: contaminación radiactiva en el territorio provocada por las bombas de uranio empobrecido, armamento abandonado, bombas caídas sin explotar, destrucción de ciudades y pueblos, del tejido social, económico y asistencial del país, incluyendo su Gran Río artificial que llevaba agua a las ciudades y convertía al desierto en una zona agrícola.

Con total cinismo, los países que han causado semejante destrucción se ofrecen, ahora, a reconstruir el país, para seguir enriqueciéndose a costa de ese pueblo.

- Fraude del referéndum de la OTAN

Los pueblos del Estado español fueron consultados en 1986 sobre la participación en la OTAN, después de una campaña electoral marcada por el miedo a una vuelta a la dictadura franquista. El referéndum fue rechazado en Euskalherria, Catalunya y las Canarias. En el resto del Estado, se acepto la entrada en la OTAN, con las tres condiciones que ponía el referéndum: 1ª No integrarse en la estructura militar de la alianza militar. 2ª No permitir el paso por nuestro suelo de aviones o barcos con bombas nucleares. 3ª Reducir, progresivamente, la presencia del ejército de Estados Unidos en nuestras bases. Ninguna de estas condiciones se ha respetado y, hoy, España forma parte de la estructura militar de la OTAN, los acuerdos bilaterales entre Estados Unidos y España permiten el transporte de sustancias peligrosas en las naves norteamericanas, mediante permiso expreso, y Estados Unidos continúa utilizando nuestro país como base de operaciones militares en el extranjero.

De la misma forma que el sí con condiciones en el referéndum de la OTAN sirvió para que España se embarcara plenamente en la alianza militar, el sí con condiciones para la intervención imperialista en Libia de la ONU ha servido para que la OTAN destruya el país y favorezca un cambio de régimen.

- Gastos militares para fines sociales

Las consecuencias de la guerra imperialista y de nuestra participación en la OTAN también son perceptibles en nuestro país. Para financiar nuestra participación en la operación militar contra Libia, el Gobierno español aprobó una partida extraordinaria de 43 millones de euros, a la que hay que añadir créditos adicionales de 14 millones de euros cada mes.

En los últimos años, nuestro país ha realizado grandes inversiones en armamento de última generación: cazas Eurofighter, tanques Leopard, Fragatas F-100, submarinos S-80, etc, etc. La deuda acumulada por estas inversiones ha sido de 30.000 millones de euros. Para evitar el escándalo de estas inversiones, se camuflan como “I+D civil” y se realizan los pagos a los fabricantes a través del Ministerio de Industria.

A estos gastos hay que añadir los ocasionados por otras actividades, como las llamadas “misiones en el exterior para el mantenimiento de la paz”, que elevaron el gasto militar en el 2009 hasta los 26.647 millones de euros.

Después de que se hayan cumplido los 60 años de la OTAN,  es hora de que digamos alto y claro: No a la OTAN. Salida de la OTAN de nuestro país. Fuera las bases de la OTAN de nuestro territorio. Y disolución de esta alianza militar.

El imperialismo es el estado mundial de la guerra permanente. Mientras atacaban Libia, iniciaban una escalada de agresiones similar contra Siria.

Amenazan el proceso de liberación y de autodeterminación de los pueblos en todo el mundo. Construyen bases militares en países colonizados. Utilizan sus ejércitos para presionar y someter a terceros países. Buscan consolidar el orden neoliberal de la economía mundial, garantizando que los países siguen atados al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial, y que los bancos centrales sigan sirviendo a los objetivos de la deuda monetaria de Estados Unidos.

Se encargan de que aumente la brecha entre ricos y pobres a nivel mundial, de que las antiguas colonias sigan dependiendo económicamente de los países imperialistas, para que nunca tengan la posibilidad de alcanzar su soberanía económica y política, evitando que se rebelen contra la OTAN y el imperialismo, que devora sus recursos e impide su independencia.

Ahora, tras la canallada de la Reforma Constitucional, que blinda el techo del déficit público y concede prioridad absoluta al pago de la deuda y de los intereses cuando cada vez pagan menos impuestos los que más tienen, es un insulto a nuestra dignidad como pueblo que se estén gastando miles de millones de euros de nuestros impuestos en sembrar el dolor y la muerte en otros países. No podemos tolerar que se quite un euro de los gastos sociales públicos. ¡Exigimos que los gastos militares se destinen a satisfacer las necesidades sociales y los servicios públicos para todo el pueblo!

El grito ensordecedor que debe salir de nuestras gargantas por dignidad y por solidaridad internacionalista es:
¡NO A LAS GUERRAS IMPERIALISTAS!
¡SALGAMOS DE LA OTAN, YA!
¡GASTOS MILITARES PARA FINES SOCIALES!

Manifestación 24 de septiembre (19:00 h.): Glorieta de Bilbao – Ferraz 70

Convoca: Plataforma “No a la Guerra Imperialista”



La colonización de Libia y la izquierda occidental: entre el otanismo y el internacionalismo

La colonización de Libia y la izquierda occidental: entre el otanismo y el internacionalismo

La izquierda occidentalista justifica por acción o por omisión los planes colonialistas de la OTAN y sus masacres. Frente a esta izquierda está surgiendo una izquierda auténticamente internacionalista

Por: Albert Escusa

La izquierda occidentalista –de la que forman parte tanto fragmentos mayoritarios de la izquierda institucional europea como corrientes de la extrema izquierda antisistema– va descubriendo sucesivamente la existencia de regímenes “delincuentes”, sus correspondientes dictadores y las recetas para eliminarlos a medida que la propaganda de guerra de los medios de prensa imperialistas focaliza su atención sobre un determinado país no occidental como cobertura para sus planes colonialistas. El occidente imperialista ha planificado una recolonización descarada, por vía militar, del continente africano, repitiendo el modelo de la Conferencia de Berlín de 1885, donde las potencias europeas occidentales se repartieron África casi al completo y permitieron que únicamente Etiopía existiera como país independiente. En aquella época, la mayoría de partidos socialistas (“marxistas”) occidentales acabaron sucumbiendo a la propaganda colonialista y justificaron las políticas de conquista y esclavitud colonial con unas argumentaciones pretendidamente de izquierdas. Hoy, la izquierda occidentalista se adhiere a la misma posición y justifica por acción o por omisión las políticas colonialistas, los crímenes y las invasiones militares de occidente.

Afortunadamente, la intervención imperialista en Libia está haciendo resurgir a una izquierda internacionalista, solidaria y comprometida que parecía prácticamente desaparecida en occidente y que, por fin, emerge frente a las aberrantes complicidades de la izquierda occidentalista con el colonialismo y los crímenes de las potencias dirigentes de la OTAN. La izquierda internacionalista se consolida progresivamente a través de la solidaridad internacionalista con la resistencia patriótica y anticolonialista en Libia dirigida por el coronel Gadafi –independientemente de la opinión que se pueda tener de su trayectoria histórica, de sus errores y sus aciertos–, la defensa de la soberanía nacional de los países objetivos del colonialismo y la denuncia del imperialismo y sus innumerables crímenes.

La izquierda occidentalista cómplice del colonialismo otánico

El otanismo y el atlantismo son las formas propias del colonialismo en el siglo XXI, variantes de un eurocentrismo expansionista que promueve la exportación de los derechos humanos y la democracia en versión occidental –el llamado imperialismo “humanitario”– como coartada para la devastación y la colonización de un determinado país en el que hay en juego intereses importantes. Una parte sustancial de la izquierda occidental –y también la izquierda de otras latitudes, que comparte similares puntos de vista– colabora directa o indirectamente con estos fines aportando justificaciones cosechadas entre su patrimonio ideológico. Se trata de la izquierda occidentalista-otanista, cuyos mensajes han sido ampliamente dominantes en los conflictos neocoloniales de los últimos años, principalmente Yugoslavia, Irak y ahora Libia, ahogando en muchas ocasiones a una izquierda internacionalista occidental que se encontraba todavía muy débil y dispersa, al estar sometida a los ataques conjuntos de los medios imperialistas y la izquierda otanista.

Los medios imperialistas utilizan para sus fines técnicas publicitarias clásicas basadas en consignas sencillas y mensajes esquemáticos, repetitivos y claros. Para justificar la necesidad de atacar un país determinado se simplifica la naturaleza de su régimen personificándolo en la figura de su dirigente, que es convertido en una mezcla de demonio sanguinario y siniestro personaje de películas de western americano.

El régimen o el dirigente a destruir pierde así toda connotación política para convertirse en una figura semi-religiosa: la personificación del Mal absoluto. De esta manera se le ofrece a la opinión pública occidental un sencillo pack que le permita comprender fácilmente los motivos de la campaña contra el nuevo enemigo de la libertad, sin tener que entrar en espinosas consideraciones económicas, históricas o políticas que podrían crear dudas peligrosas sobre los verdaderos intereses en juego. La cuestión central es ocultar la agresión real de las potencias imperialistas contra un país independiente fabricando una imagen mitológica, la lucha del Bien –la OTAN y/o los rebeldes– contra el Mal –el demonio de turno–. Esta imagen es perfectamente asequible a una población saturada cotidianamente con productos de la industria del entretenimiento norteamericana y afín –como los innumerables productos cinematográficos de propaganda occidentalista–, donde las culturas no occidentales son presentadas como inferiores que deben ser “educadas” por occidente, o bien como entes potencialmente terroristas cuya única razón de existir es un odio obsesivo contra los valores de la democracia y la libertad encarnados en Estados Unidos y sus amigos europeos.

La izquierda occidentalista se mueve a sus anchas en este escenario de criminalización de otras culturas y de demonización semi-religiosa e irracional de cada nuevo enemigo de la libertad, ya que eso le permite no tener que justificar su postura abiertamente pro-colonialista, escudándose en las imágenes potentes creadas por la propaganda de guerra otanista. Para ello elabora sus propios packs ideológicos basados en un productos similares a la ideología neocolonialista otánica, pero con un envoltorio y una campaña publicitaria especializada que, beneficiándose de los mensajes dominantes de los medios imperialistas sobre el próximo demonio a destruir, se dirige a un segmento concreto de “consumidores”: sus propios seguidores o personas potencialmente solidarias con la lucha anticolonialista de los pueblos oprimidos.

La izquierda occidentalista promueve los valores morales y políticos surgidos del mundo occidental imperialista, a los que considera en última instancia superiores a cualquiera del resto del mundo, aunque para expresar la adhesión a estos valores emplee un vocabulario radical y de extrema izquierda. La izquierda occidentalista se transforma en izquierda otanista por el hecho de coincidir con la OTAN en la necesidad de destrucción de los gobiernos y Estados etiquetados como “delincuentes” por el imperialismo.
En el caso de Libia, la izquierda otanista es favorable a la eliminación de Gadafi y la destrucción del régimen que representa, bien sea apoyando abiertamente la intervención de la OTAN como justificación del imperialismo humanitario, bien sea recurriendo a la acción de unos supuestos “revolucionarios” libios que luchan por la democracia y la libertad frente a la tiranía y que, como se ha demostrado, es una coalición formada por ex funcionarios occidentalistas y corruptos del régimen de Gadafi aliados a los integristas islámicos y mercenarios de Qatar, Pakistán, Egipto y de Al Qaeda, teledirigidos por la OTAN.

La izquierda otanista está constituida por una mayoría significativa de la izquierda institucional europea, partidos ecosocialistas, renombrados intelectuales de izquierda, algunos llamados anticapitalistas, trotskistas y también algunos seguidores de Lenin –que curiosamente han roto con la política leninista de apoyar los movimientos de liberación nacional–. Además encuentra eco en otras partes del mundo: entre otros, la mayoría de partidos trotskistas y también hasta algún partido comunista árabe que coinciden en convertir en héroes del pueblo a las hordas criminales de integristas torturadores y asesinos, y ni siquiera se molestan en condenar las matanzas de la OTAN.

La izquierda occidentalista hunde sus raíces en un eurocentrismo arraigado en siglos de un salvaje colonialismo occidental sobre los pueblos oprimidos, que encontró apoyos entusiastas en las capas más progresistas de la sociedad del siglo XIX. Es interesante recordar al respecto la profunda reflexión que el escritor palestino Edward W. Said plasmó en Cultura e imperialismo:

«Durante muchas décadas de expansión imperial, en el corazón de la cultura europea latía un inocultable y latente eurocentrismo. Artistas y escritores de vanguardia, la clase obrera, las mujeres, mostraban un fervor imperialista que aumentaba en intensidad y febril entusiasmo al ritmo en que crecía la brutalidad y el insensato control de las potencias europeas y norteamericana sobre los pueblos sometidos. El eurocentrismo penetró la médula misma del movimiento obrero, de las mujeres y de la vanguardia artística: nadie significativo quedó fuera de su alcance».

Este eurocentrismo frecuentemente ha generado un grotesco complejo de superioridad sobre otros ensayos y experiencias políticas alternativas alejadas de los moldes occidentales, normalmente despreciados o poco comprendidas debido a que han sido observadas desde el microscopio occidentalista. Además comporta la defensa de un occidentalismo mesiánico “de izquierdas”, que se acentúa al tiempo que la influencia social y la base de una buena parte de la izquierda occidentalista –especialmente los grupos más radicales– se reduce alarmantemente por el hecho de estar circulando, con velocidad creciente, por los raíles de la dinámica grupuscular, endogámica y atomizadora que suele preceder a las fases de desintegración.

Libia y la doble moral de una parte de la izquierda

La actitud frente a los acontecimientos de Libia ha consagrado una doble moral impune entre una parte de la izquierda, y desgraciadamente no sólo entre la occidental.
Prosiguen con implacable determinación asesina las operaciones militares imperialistas en Libia y se suceden con «normalidad» los criminales bombardeos otánicos contra la población. Las matanzas, las mutilaciones y las torturas salvajes perpetradas por los mercenarios del Consejo Nacional de Transición, de Al Qaeda y del ejército de Qatar han producido miles de víctimas, la inmensa mayoría mujeres, niños y otros civiles inocentes. Al mismo tiempo, en Libia, los medios de comunicación imperialistas han alcanzado un grado de manipulación y desinformación que ha superado con creces incluso las anteriores guerras precedentes, donde las «fosas comunes de Milosevic» o las «armas de destrucción masiva de Saddam» fueron las coartadas fabricadas para el imperialismo humanitario en Yugoslavia e Irak.

Ante esta barbarie monstruosa, ¿cuál es la actitud de la izquierda occidentalista y de otras corrientes de la extrema izquierda que han defendido encendidamente otras causas políticas? Pues ni más ni menos, una actitud que oscila entre la hipocresía y la complicidad de la izquierda occidentalista, y una incomprensible falta de solidaridad entre parte de otra izquierda a la que se le supone de naturaleza diferente.

Hemos visto a organizaciones políticas, artistas e intelectuales pretendidamente de izquierdas rasgarse las vestiduras ante los «bombardeos del dictador Gadafi contra su propia población» –otra mentira fabricada por el imperialismo–, firmando llamamientos grandilocuentes y comunicados incendiarios contra la «tiranía», y movilizándose en apoyo de la «revolución libia». En cambio, tras varios meses de bombardeos de la OTAN todos estoshooligans de los «revolucionarios libios» que estaban emocionalmente destrozados por «la «represión de la tiranía de Gadafi contra su propio pueblo», ahora ni siquiera mueven un dedo o incluso apoyan medidas que permiten las matanzas y mutilaciones de miles de libios, la mayoría civiles inocentes, a manos de los ejército otánicos y las bandas de fanáticos asesinos integristas.

Hemos visto a una izquierda que defiende el laicismo o el ateísmo radical en su casa, pero en Libia apoya a los mercenarios islámicos extremistas que quieren destruir el régimen laico de Gadafi. Una izquierda ultrafeminista en occidente, pero defiende a fuerzas políticas tan “revolucionarias” que pretenden devolver a la mujer a la edad media, al tiempo que ataca al gobierno libio gobierno que promovía la igualdad de género. Una izquierda que en España es ultra republicana y se pelea por demostrar quién odia más a la monarquía española, y en cambio en Libia apoya a los «revolucionarios» seguidores de la monarquía corrupta y neocolonialista suprimida por Gadafi, aliados también a las siniestras monarquías feudales árabes. Una izquierda que en occidente defiende la expropiación de las riquezas y las nacionalizaciones, pero se opone radicalmente a un gobierno libio que nacionalizó el petróleo y otros recursos en la práctica, no sólo en palabras. Una izquierda que se estremece de emoción ante las fiestas de la “diversidad cultural y étnica” de colectivos de emigrantes típicas de occidente, pero en cambio condena al régimen de Gadafi que promocionó las diversas etnias de Libia poniendo fin a la supremacía de la tribu de Bengasi. Una izquierda que dice estar a favor de la educación y la salud gratuitas y universales, y en cambio arremete contra un gobierno que trataba de garantizar tales derechos a su población.

Hemos visto una izquierda que en occidente tiene el antirracismo como religión, pero en cambio tolera que los mercenarios otánicos reivindiquen Libia «sólo para los blancos» y persigan, quemen vivos y asesinen a los trabajadores negros extranjeros por el color de su piel. Una izquierda que defiende los «papeles para todos» y ataca a un régimen que dio la nacionalidad a decenas de miles de trabajadores africanos. Una izquierda que dice estar a favor de la “auténtica democracia” y de la democracia directa, pero se horroriza ante la perspectiva de que en Libia existieran formas de participación directa. Una izquierda que dice estar contra la OTAN y ataca a uno de los pocos dirigentes que se opuso al establecimiento del Africom, la OTAN africana dirigida por Estados Unidos. Una izquierda que defiende el derecho de autodeterminación, pero sólo si es en su propio país o en lugares donde las potencias otánicas tienen intereses claves. Una izquierda que defiende la “justicia” como un principio universal, pero que tolera los intentos de asesinato de Gadafi sin ningún tipo de juicio y el asesinato de varios de sus familiares por las bombas de la OTAN. En fin, una izquierda que defiende que los derechos humanos tal y como se entienden en occidente son principios universales inviolables y sagrados, pero no mueve un dedo cuando conoce que los mercenarios otánicos torturan y asesinan en masa, como jaurías de bestias salvajes, no sólo a partidarios de Gadafi sino también a ciudadanos libios inocentes y a los trabajadores negros.

Hemos visto también recientemente a buena parte de la izquierda mundial –en este caso especialmente a la izquierda no occidental– rasgándose las vestiduras contra el presidente Hugo Chávez al que se le acusaba de «violar el derecho internacional» acerca de la política seguida por el gobierno bolivariano respecto a supuestos miembros de las guerrillas de las FARC y algún activista colombiano de izquierdas. Se han derrochando ríos de tinta, se han convocando movilizaciones, se han llenando miles de páginas de encendidas protestas airadas y listas de notables intelectuales izquierdistas y premios Nobel, y se han constituido asociaciones para protestar airadamente contra las decisiones del gobierno venezolano; en cambio una parte de esta izquierda que casi quería quemar en la hoguera a Chávez y a su gobierno –por fortuna, otra parte sí que está activamente pronunciándose a favor del pueblo libio– permanece ahora en el más absoluto silencio respecto un suceso que afecta a la vida de millones de personas y a la soberanía nacional de un país agredido por la OTAN, suceso que a todas luces es miles de veces más grave que la supuesta injusticia cometida contra algunas personas concretas por más que sean luchadores revolucionarios. ¿Acaso en Libia no se está pisoteando miles de veces más el «derecho internacional» que se considera sagrado para un grupo de ciudadanos colombianos, con el resultado de miles de muertos y la devastación del país? ¿Dónde están ahora los defensores heroicos del «derecho internacional violado», especialmente los intelectuales de renombre?

¿Tiene derecho a defenderse un país agredido?

¿Tiene derecho a defenderse un país y un gobierno que es atacado bárbaramente por fuerzas extranjeras, sin declaración previa de guerra y tras una campaña de mentiras y difamaciones? Según la izquierda occidentalista, no tiene ningún derecho a defenderse.

Si pusiéramos como modelo de derrocamiento por fuerzas invasoras, en coordinación con elementos internos, de un gobierno y un régimen legítimo surgido de la voluntad popular que promueve reformas sociales, reconocido por las instituciones internacionales y protegido por el derecho internacional, la inmensa mayoría de la izquierda occidental evocaría instantáneamente la rebelión de sectores civiles y militares de extrema derecha contra la República española y el gobierno del Frente Popular en julio de 1936, seguida de la inmediata invasión de los ejércitos fascistas de Hitler y Mussolini.

Pues bien, una situación probablemente mucho peor está sucediendo en Libia en estos momentos: un gobierno legítimo, miembro de la o­nU, protegido por este derecho internacional y reconocido por la llamada “comunidad internacional”, un gobierno que además había realizado una política de reformas sociales, está siendo derrocado y su población civil aniquilada impunemente por unas fuerzas militares extranjeras en coordinación con elementos locales insurrectos extremistas, amparándose en la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Esta resolución –ya de por sí un atentado a la soberanía nacional y totalmente unilateral, puesto que se basaba en informaciones de los medios de comunicación occidentales que se han demostrado completamente manipuladas– ni permitía armar a los llamados “rebeldes”, ni el derrocamiento del gobierno libio, ni el asesinato de Gadafi y sus familiares, ni tampoco el bombardeo indiscriminado de la población civil, tan sólo establecía la creación de una zona de exclusión aérea y un bloqueo de armas a Libia. 

Nadie en su sano juicio entre la izquierda occidental en 1936 le negaría el derecho la República española –que, a diferencia de Libia, era una metrópoli colonial que poseía el Marruecos español, el Sáhara y la Guinea española– la lucha armada contra la invasión fascista. Y al igual que en 1936 la gran prensa burguesa mundial acusaba a los republicanos de cometer multitud de atroces crímenes manipulando la información y mintiendo, se utiliza hoy la misma técnica contra el régimen de Gadafi. Las diferentes corrientes de la izquierda occidental que en 1936 se movilizaron para ayudar a la República española y condenaron la participación de Hitler y Mussolini, hoy en gran parte permanecen sordas y mudas, impávidas ante las matanzas de los nuevos caudillos nazi-otanistas. Si en 1936 las bombas incendiarias de la Legión Cóndor alemana contra Madrid y Gernika levantaban a una opinión pública mundial indignada y a los partidos de izquierdas, hoy ni siquiera hay interés en condenar los mucho más mortales bombardeos de la Legión Cóndor otánica contra los Gernikas libios.

¿Por qué hoy la inmensa mayoría de la izquierda occidental no sólo se niega a apoyar, sino que incluso socava la lucha patriótica anticolonial del pueblo libio y ni siquiera mueve un dedo por las víctimas de las matanzas nazi-otánicas? Sencillamente, porque la izquierda otanista considera a estas víctimas como los “daños colaterales” necesarios para implantar en Libia los valores que defiende; porque para esta izquierda son más tolerables los crímenes de los políticos atlantistas y los regímenes imperialistas herederos de aquellos que cometieron genocidios contra decenas de millones de indígenas y esclavos negros; porque es una postura políticamente correcta silenciar los millones de crímenes del imperialismo y los de Sarkozy, de Obama, Cameron y otros asociados menores, y cebarse en los crímenes –reales o supuestos– que se le atribuyen al demonio de turno, en este caso Gadafi.

¿Era Gadafi un agente del imperialismo en Libia?

La izquierda occidentalista promueve el derrocamiento de Gadafi con el argumento de que era un agente del imperialismo en Libia.

Hasta hace pocos años Libia fue duramente aislada y bloqueada por los regímenes imperialistas, sufriendo un estancamiento económico y el aumento de problemas sociales. Para romper el aislamiento, desaparecido el antiguo bloque soviético con el que tenía buenas relaciones, se optó por una retirada política mediante concesiones y reformas liberales que pusieron a parte de la economía y el petróleo en manos occidentales y se desarrolló la corrupción entre sectores del régimen. La cooperación parece que alcanzó incluso a los servicios de inteligencia, que habrían trabajado –según algunas informaciones de la prensa imperialista, muy poco fiable– con la CIA y el MI6 en la persecución del terrorismo islámico. Gadafi fue recibido con honores por todos los jefes de Estado occidentales, incluyendo Sarkozy, Berlusconi y Obama entre otros.

Pero Gadafi no fue un agente del imperialismo como afirma la izquierda otanista. Hay evidencias de peso que muestran que varias corrientes políticas se desarrollaron en el interior del régimen de la conocida como Jamahiriya Árabe Popular Socialista. Estas corrientes desarrollaron intereses contrapuestos y sus propios calendarios políticos: desde los más afines a posiciones “socialistas” o, para entendernos, defensores de la igualdad y los derechos sociales –entre ellos el propio Gadafi– así como de independencia nacional y panafricanismo, hasta los sectores más liberales y pro-occidentales, muchos de los cuales se desmarcaron del régimen y formaron parte de la conjura que preparó Francia para desencadenar la rebelión al servicio de la OTAN. El régimen libio, además, se estableció sobre una sociedad tribal relativamente frágil debido a las posturas tradicionalmente pro-colonialistas y monárquicas de la tribu de Bengasi y la potencial influencia desestabilizadora del islamismo radical, constantemente reprimido. Esta sociedad tribal, además, tenía sus canales de poder político y de participación directa en el régimen libio, resultando de todo ello una compleja interacción con las diferentes corrientes políticas del régimen y con el propio Gadafi, que al parecer en determinados momentos quedó en minoría frente a algunas decisiones políticas importantes, como la de disolver ministerios corruptos.

No obstante, a ojos de gran parte del pueblo libio, la figura de Gadafi seguía manteniendo un elevado valor simbólico como referente vivo de la independencia del país. Además, como suele suceder en otras experiencias revolucionarias –sobre todo cuando las revoluciones atraviesan dificultades económicas– es muy posible que la juventud de las ciudades fuera también mucho más receptiva a los valores, ideas y modelos culturales occidentales, procedentes de la globalización imperialista.

De todo ello resulta un régimen y una sociedad libia mucho más compleja de lo que la ridícula qaesquematización occidental pretende. La deserción de los sectores más liberales y pro-occidentales del régimen libio –según parece tras la decisión de Gadafi de revertir algunas políticas neoliberales– y las dificultades sociales provocadas por el bloqueo imperialista y las políticas neoliberales, fue aprovechada por el imperialismo–en el contexto de la controvertida “primavera árabe” que sacudió algunos regímenes del norte de África– para preparar la insurrección de Bengasi, que ya había sido decidida por Sarkozy desde mucho antes, tras comprar a desertores de Gadafi y a las hordas asesinas de integristas islámicos. Sarkozy recibió rápidamente el apoyo cómplice de Obama, Berlusconi, Zapatero y Cameron –que no querían perder su parte del botín– entre la incomprensible inhibición de Rusia y de China, que perdían una posición estratégica en el mediterráneo.

Es curioso ver con qué facilidad la extrema izquierda etiqueta de «agente del imperialismo» a cualquiera que se le antoje, según el capricho ideológico de cada uno. Para algunos, Fidel Castro sería un agente del Partido Demócrata estadounidense por algunas declaraciones positivas que hizo sobre Kennedy, Carter o sobre Obama al principio de su mandato, o un agente del “imperialismo chino” por el comercio que tiene Cuba con este país. Para otros, Lenin y los bolcheviques eran agentes del imperialismo alemán ya que fueron los alemanes quienes pusieron un tren a disposición de Lenin para que éste entrara secretamente en Rusia con la esperanza de que los bolcheviques crearan dificultades al gobierno ruso. Más adelante, Lenin y Trotsky de nuevo fueron acusados de agentes del imperialismo alemán por negociar separadamente la paz con Alemania en 1918 cediéndoles una tercera parte del territorio ruso como indemnizaciones de guerra. Volvieron los bolcheviques y Lenin a ser agentes del imperialismo alemán cuando negociaron secretamente el Tratado de Rapallo en 1922 que, entre otros acuerdos, estipulaba la posibilidad de que el ejército alemán se entrenara secretamente en territorio soviético.

La lista de «traiciones» para la izquierda otanista sería interminable, tanto como el interés que exista en impedir los movimientos de solidaridad con pueblos concretos, pero eso no responde las preguntas necesarias: ¿era Gadafi un agente del imperialismo? ¿Acaso el imperialismo derrocó a Franco, Salazar, Sukarno, Pol Pot, Pinochet, el Sha de Persia, las dictaduras argentinas, las monarquías despóticas y sanguinarias de Qatar, Bahrein, Arabia Saudí, los tiranos Batista, Somoza y tantos otros semejantes? ¿Por qué en Libia y en Siria se produce la injerencia occidental, y no en las monarquías árabes o en Yemen donde ha habido fuertes insurrecciones populares con decenas o cientos de muertos? ¿Tiene la izquierda otanista alguna respuesta creíble?

  Conclusión
La invasión otanista de Libia forma parte de la larga cadena de agresiones y genocidios que el imperialismo viene perpetrando a diestro y siniestro desde que la Unión Soviética –cuya sola existencia hacía imposible que se cometieran estas monstruosas barbaridades– comenzó su declive y dejó de existir. Así, la primera guerra del golfo contra Irak, las guerras de Yugoslavia, la invasión de Afganistán, el genocidio del Congo, la segunda guerra contra Irak, la colonización francesa de Costa de Marfil y finalmente la guerra contra Libia –sin contar un buen número de conflictos menores, como los sucesos del Tíbet o la intervención silenciosa en muchos países de África–, muestran la senda por la que ha decidido avanzar el imperialismo moderno. Algunos han denominado a esta política la “guerra infinita” y otros la “balcanización” del planeta. Son conceptos que definen muy bien las formas que adopta el imperialismo moderno para conquistar un país. Pero su esencia real es que se trata pura y simplemente de una política de conquista colonial.

Mientras Libia se convierte en un inmenso cementerio colectivo y sus pueblos y ciudades son reducidos a escombros, la izquierda occidentalista se muestra impasible ante las matanzas de la OTAN o incluso apoya los designios del imperialismo para Libia y el resto del continente africano con sus irracionales y fantásticas argumentaciones pseudo-izquierdistas. Los regímenes que el imperialismo instaura en los países que conquista generan un grave deterioro de las condiciones de vida, privatizaciones salvajes, empobrecimiento masivo, retroceso brutal de los derechos sociales y de la igualdad de género, odios interétnicos y, además, convierten el país en protectorados del atlantismo dirigidos por las embajadas occidentales que instalan bases militares de la OTAN. Pero eso, para la izquierda occidentalista, no tiene ninguna importancia.

Por fortuna, frente a las repulsivas manifestaciones de fervor neocolonial de la izquierda otanista, comienza a emerger la izquierda internacionalista y solidaria en occidente, sumándose a los posicionamientos inequívocamente anticolonialistas de los gobiernos de Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador así como el de Zimbabwe, Sudáfrica y la Unión Africana –por ahora–, además de un gran número de intelectuales africanos anticolonialistas. Esta tendencia se refuerza por las voces valientes de intelectuales y organizaciones políticas de la izquierda occidental que se oponen a la barbarie otanista. Esta izquierda defiende que el futuro de Libia debe decidirlo el pueblo libio sin que intervenga la injerencia imperialista. No sólo eso: también ha tomado conciencia de que Libia, como preámbulo probable de Siria, de toda África y de Oriente Medio, está siendo invadida por el neocolonialismo otanista y que Gadafi –independientemente de la opinión que merezca o de sus aciertos y errores pasados– ahora mismo está liderando la lucha patriótica de liberación nacional y por ello merece la solidaridad internacionalista.

Si la defensa que hizo la Segunda Internacional socialdemócrata de la participación en la I Guerra Mundial y su pasividad o justificación de la esclavización de los pueblos colonizados provocó la ruptura de Lenin y los internacionalistas, hoy la actitud ante el neocolonialismo y la opresión de los pueblos oprimidos debería mostrar la diferente naturaleza de los partidarios del otanismo y los partidarios del internacionalismo, de la pseudo-izquierda occidentalista y neocolonialista, y de la izquierda comprometida y solidaria. Para ello, la izquierda internacionalista debería rechazar entrar en oscuras transacciones con la izquierda otanista basándose en estrechos cálculos electoralistas, y en un pragmatismo que daña la solidaridad con los pueblos oprimidos a cambio de mezquinas perspectivas de vida en las entrañas institucionalistas del propio país.

La izquierda crítica y valiente, que no tiene miedo a desafiar las mentiras imperialistas y lo políticamente correcto, puede ser la base de la reconstrucción del internacionalismo, el anticolonialismo y la solidaridad. Estos son los elementos sin los cuales es imposible que la izquierda occidental resucite como alternativa creíble ante unos trabajadores occidentales influenciados por décadas de un nacionalismo imperialista y un eurocentrismo brutalmente alienante contra los pueblos oprimidos, hechos históricos que permiten entender el apoyo que encuentran las formaciones de extrema derecha y racistas entre amplios sectores obreros y populares de occidente: el colonialismo en el exterior con su nacionalismo imperialista retroalimenta las tendencias racistas, reaccionarias y fascistas en el interior, y provoca la división de la clase obrera. La izquierda internacionalista, si quiere convertirse en alternativa para los trabajadores occidentales, deberá en primer lugar romper este círculo vicioso.





La guerra de la OTAN y el falso "levantamiento rebelde" - fosas comunes de los libios

La guerra de la OTAN y el falso
"levantamiento rebelde" - fosas comunes de los libios

Nada es más evidente que el hecho de que toda la guerra contra Libia fue en todos los modos estratégicos y el material guerra de la OTAN. El casting del variopinto conjunto de los monárquicos, los fundamentalistas islámicos, Londres y sede en Washington, ex-patriotas y descontentos funcionarios Gaddafi como "rebeldes" es un caso puro de la propaganda de los medios de comunicación. Desde el principio el ' rebeldes 'dependía totalmente de la potencia militar, política, diplomática y mediática de la OTAN, sin la cual los mercenarios de facto no habría durado un mes, escondidos en Benghazi.

Un análisis detallado de las características principales de la conquista de Libia confirma este asalto como una guerra de la OTAN .

La OTAN lanzó brutal ataque por aire y mar con ocasiono la destrucción de los libios de la fuerza aérea, barcos, estaciones de energía, tanques, artillería y las armerías y miles de muertos y heridos de soldados, policías y milicias combatientes civiles. 

Hasta la invasión de la OTAN , el mercenario "rebelde" las fuerzas de tierra no había avanzado más allá de Benghaz i y casi no podía "mantener" territorio después. T mercenarios "rebelde" que "avanzado" sólo por detrás de la vuelta al reloj fulminante ataques aéreos de la ofensiva de la OTAN.

Bombardeos de la OTAN fueron los responsables de la destrucción masiva de Libia, civiles militares y de defensa de infraestructuras, el bombardeo de puertos , carreteras , almacenes ,aeropuertos , hospitales , plantas eléctricas y de agua y la vivienda barrio , en una guerra de "terror" diseñado para "convertir" los leales base de masas contra el gobierno de Gaddafi. 

Los mercenarios no tienen un respaldo popular entre la población civil de Libia , pero la brutalidad de la OTAN debilitada oposición activa contra el "rebelde" mercenarios.

La OTAN ganó el apoyo clave diplomática para la invasión, asegurando resoluciones de la ONU, la movilización de sus dirigentes cliente en la Liga Árabe , el reclutamiento de mercenarios EE.UU. entrenados 'legionarios' de Qatar y el respaldo financiero de la turba rica en el Golfo.OTAN forzada de "cohesión" entre los disputas de clanes auto-nombrado " líderes mercenarios rebeldes a través de su ("congelación") toma del exterior los activos del gobierno libio por valor de miles de millones de dólares. Así, la financiación, armamento, capacitación y asesoría por "fuerzas especiales "estaban bajo el control de la OTAN.

El patológicamente racista euro-propaganda publicado imágenes espeluznantes de Libia, las tropas del gobierno (a menudo descrita como "mercenarios negro") que reciben grandes cantidades de "Viagra" de Gadafi, mientras que sus propias familias y hogares, de hecho, en virtud de asalto aéreo y el bloqueo de la OTAN .

La principal contribución de los mercenarios "conquistadores" en esta gran producción fue proporcionar p oportunidades de oto 'rebeldes harapientos fusiles ondeando en el Pentágono al estilo Che Guevara plantea 

paseando en las camionetas y detener brutalmente a los trabajadores migrantes africanos y los libios negro. El mercenario "libertadores" triunfante entró en las ciudades y pueblos de Libia, que ya se quemaron y devastada por la fuerza de la OTAN aire colonial . Huelga decir que los medios de comunicación 'adorado' ellos.
A raíz de la destrucción de la OTAN , el "rebelde" mercenarios mostró sus verdaderos talentos como escuadrones de la muerte: Se organizó la ejecución sistemática de los "presuntos partidarios Gadfafi"   y el saqueo de casas, tiendas, bancos e instituciones públicasrelacionadas con el régimen derrocado. 

Para "asegurar" de Trípoli y el tabaco a cualquier expresión de resistencia anti-colonial, el "rebelde"mercenarios de realizar ejecuciones sumarias - especialmente de los libios negro y al sur del Sahara los trabajadores africanos y sus familias. El "caos" en Trípoli, descrito por los medios de comunicación se debe a la "autodenominada liberación" las fuerzas que causan estragos. La única cuasi organizada en Trípoli, las fuerzas parecen ser los relacionados con Al Qaeda militantes, antiguos aliados de la OTAN.

De acuerdo a los tecnócratas mercenarios "rebelde", la política de la OTAN de la destrucción sistemática de costos de Libia por lo menos una "década perdida". Esta es una evaluación optimista de la duración de "reconstrucción" se llevará a Libia para recuperar los niveles económicos de febrero de 2011. Las compañías petroleras importantes ya han perdido cientos de millones en ganancias y en la última se espera perder miles de millones más , debido a la fuga,el asesinato y encarcelamiento de miles de experimentados expertos libios y extranjeros ,trabajadores inmigrantes calificados y técnicos especialistas en todos los campos, sobre todo en vista de la destrucción de Libia, infraestructura y telecomunicaciones sistemas. 

África subsahariana se sufri ra gran revés con la cancelación de la propuesta de 'Bank of Africa ", que Gaddafi se estaba desarrollando como una fuente alternativa de financiamiento de la inversión y la destrucción de su sistema de comunicación alternativo para África . El proceso de re-colonización implican el dominio imperial a través de la OTAN y la ONU mercenario "mantenimiento de la paz" será caótico, dada la inevitable lucha entre los hostiles armadosfundamentalistas islámicos, los monárquicos, los tecnócratas neo-colonial, los caudillos tribales y de clanes , ya que tallar sus feudos privados. 

Intra-imperial y las rivalidades locales demandantes política a la riqueza del petróleo mejorará aún más el "caos" y envilecen la vida civil , en una nación que se había jactado una vez que el mayor ingreso per cápita y nivel de vida en África. 

De riego y redes complejas de petróleo, desarrollado bajo Gaddafi y destruidos por la OTAN, seguirá siendo un desastre. A medida que el ejemplo de Irak ha demostrado claramente, la OTAN es mejor destruir que construir un estado moderno secular enraizada en una burocracia civil moderna, la educación universal pública y gratuita , el sistema judicial secular y los servicios modernos de salud. La política de EE.UU. de la regla y la ruina reina en gigante de la OTAN.


Golinger OTAN pretende ahora ocupar



ALBA pide a ONU que no conceda a rebeldes escaño de Libia

 


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