Sobre la Intervención de la OTAN en Libia
El Consejo de Seguridad de la ONU dio por finalizada, el 31 de octubre, la resolución 1973 que servía a la plataforma belicista de la OTAN para continuar con los bombardeos en Libia.
En la resolución de la ONU no se hablaba de cambiar la forma de Estado o de Gobierno del país, además, se decía expresamente que su objetivo era la de proteger vidas civiles.
Sin embargo, con esa resolución, y con la intervención de la OTAN a la que sirvió de cobertura, se ha conseguido todo lo contrario:
- Se han bombardeado ciudades y pueblos.
- Se ha destruido infraestructura civil de primera necesidad (hospitales, vías de comunicación y de abastecimiento).
- Se han producido asesinatos “selectivos” de dirigentes del país y líderes tribales.
- Se han producido matanzas de soldados libios, o de sospechosos de serlo, o de simpatizar con el Gobierno libio (constatable por la aparición de fosas comunes en Trípoli, Sirte y otros lugares).
- Se han iniciado campañas de persecución de la población por motivos raciales, políticos o ideológicos.
- Se ha anunciado la islamización total del país, mediante la imposición de la “Sharia” o ley islámica.
- Se ha contaminado el suelo libio con bombas de uranio empobrecido, proliferando el tráfico y abastecimiento de armas de toda la población.
En definitiva, la ONU ha ofrecido la cobertura legal para que la OTAN y una serie de países de Norteamérica, Europa Occidental y Oriente Medio, entre los que se encuentra España, lanzaran una Guerra Total contra Libia, cuya finalidad era muy distinta a la de proteger a la población civil, no modificar el régimen político y respetar la legalidad internacional.
La OTAN, y los países que forman parte de la misma, junto con aquellos otros que participaron en esta campaña militar, son culpables de haber cometido un genocidio del pueblo libio, mientras que organismos internacionales como la ONU son responsables de haberlo permitido, y de no haber hecho nada para esclarecer las acciones militares de la OTAN y sus aliados en suelo libio, y de seguir sin hacerlo.
La ONU ha encubierto y la OTAN ha ejecutado la destrucción de un país y de su población, con el único objetivo de apropiarse de sus riquezas, poner un Gobierno servil, afianzar su dominio imperialista de África y el Mundo Árabe y, de paso, dar una lección a todos aquellos países y pueblos que pretendan liberarse de las cadenas del 2 imperialismo. En tal sentido, es clarificador el trato que las potencias agresoras han dado al Presidente legítimo del país, Muammar El Gadhafi, con el que meses antes hacían negocios y se reunían amistosamente, convirtiéndolo en uno de los objetivos militares de la invasión, hasta lograr su captura y magnicido, más allá de cualquier respeto a la dignidad humana, la legalidad internacional o el derecho de defensa de cualquier acusado por un delito. Con esa medida extrema, no sólo se quitan de en medio las potencias imperialistas un testigo incómodo de sus crímenes, sino que se revela también la verdadera naturaleza de los organismos internacionales, como el Tribunal Penal Internacional, al servicio del imperialismo.
Sobre los crímenes que han cometido los militares de la OTAN y de otros ejércitos en Libia pesa la misma falsa y fascista doctrina de la “obediencia debida” que permitió los crímenes de las dictaduras nazi-fascistas en Europa, o de las dictaduras militares en América y en otros continentes.
Por esa razón, nosotros acusamos a los responsables políticos de los Gobiernos que han participado en esta campaña militar de ser colaboradores activos en la perpetración de crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad.
Y si nos fijamos en el papel jugado por los países agresores y por la ONU, no podemos por menos que también fijarnos en el papel jugado por los medios de comunicación y por las Organizaciones No Gubernamentales.
Los grandes medios de comunicación y las agencias de prensa internacionales, responsables de la formación de la opinión pública nacional y mundial, desde el primer momento tomaron partido por la agresión para, a continuación, apoyarla y alentarla, en sintonía con los planes militares de agresión, hasta el punto, en el caso de las agencias de prensa internacionales, de haber servido de informadores a los Ejércitos agresores desde dentro del país.
En el caso de las Organizaciones No Gubernamentales, supuestamente movidas por un fin humanitario y altruista, su papel durante todo el conflicto fue idéntico al papel jugado por los medios de comunicación supeditados a la estrategia agresora del imperialismo. Pero si esto ya de por sí es alarmante e indignante, lo es más si tenemos en cuenta la presunta finalidad humanitaria de estas organizaciones y su presunto no-partidismo, porque aún cuando supieron de los crímenes contra la población y del colapso de los servicios asistenciales del país, manipularon la información y la pusieron al servicio de la alianza agresora imperialista.
A pesar de esta tragedia que se ha cernido sobre Libia y su población, y a pesar de que el drama de este pueblo no ha terminado sino que sólo ha comenzado, este enfrentamiento militar también ha servido para visualizar la solidaridad internacionalista y anti-imperialista en el mundo.
No todos los medios de comunicación siguieron el juego del imperialismo. Una minoría, crítica, exigente e informativa contrarrestó la desinformación de los monopolios internacionales de los medios de comunicación, e hizo frente a la propaganda de guerra del imperialismo dando la voz a aquellos que estaban siendo bombardeados y destruidos, ofreciendo una oportunidad a la verdad y el derecho a la 3 vida de los pueblos perseguidos y oprimidos por el capitalismo internacional y su maquinaria belicista.
La izquierda europea, particularmente, debería hacer un ejercicio de reflexión muy importante con respecto a su posicionamiento sobre los conflictos internacionales provocados y desencadenados en beneficio de la globalización capitalista. Mantenerse en posturas equidistantes o de superioridad moral, además de resultar engañoso, sirve a los intereses económicos y políticos del imperialismo. En la hora de la verdad de denunciar las guerras imperialistas y apoyar la paz, o seguir displicentemente las consignas de los centros de poder político, económico y mediático del capitalismo mundial, constatamos cómo ciertos sectores de la “intelectualidad” progresista hacen suyas las consignas del imperialismo e, incluso, las refuerzan.
La Cruz Roja Internacional fue de las pocas organizaciones internacionales que se mantuvo sobre el terreno que ayudó a la población e informó con objetividad de la situación humanitaria del país, denunciando los obstáculos creados por la OTAN y sus aliados, y la instrumentalización de las necesidades del país por parte de la plataforma imperialista agresora.
Los países que históricamente han mantenido relaciones más estrechas con Libia fueron los primeros que apoyaron al país en sus esfuerzos por encontrar una solución pacífica y dialogada a la crisis que estaba atravesando, denunciando, a la par, la agresión imperialista y los crímenes que cometía. Entre estos países, cabe destacar la acción conjunta de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y de la Unión Africana (UA).
Multitud de plataformas cívicas de solidaridad, como la nuestra, y de muestras de apoyo a Libia, y de denuncia de los crímenes imperialistas, se dieron en todos los continentes y regiones del planeta.
Sin embargo, también hay que señalar que estas manifestaciones de repulsa contra la guerra en Libia no fueron todo lo masivas y continuadas que fueron en anteriores ocasiones, como contra la guerra a Irak y que, en esta ocasión, las manifestaciones y muestras públicas de repulsa contra la guerra no recibieron el respaldo de unos medios de comunicación que, esta vez, tomaban partido por la agresión, y de una opinión pública que, también esta vez, se situaba ante un Gobierno que la llevaba a una nueva guerra después de haberla sacado de la de Irak, y que ahora daba por válidos para iniciarla los mismos argumentos que antes había criticado: Gobierno dictatorial, escasez del petróleo, defensa de civiles, etc., etc.
En definitiva, a la opinión pública y a la sociedad del país se la volvió a coger en un puño, olvidándose la bandera del “No a la Guerra” sin excusas ni justificaciones.
No a las Guerras Imperialistas, porque es el medio de los ricos para hacer que los pobres paguen la crisis. No a las Guerras Imperialistas, porque es el medio del capitalismo para perpetuar su sistema de explotación y dominación mundial. No a las Guerras Imperialistas, porque enfrenta a hermanos contra hermanos, a países, pueblos y culturas entre sí. No a las Guerras Imperialistas, porque destruyen las riquezas de los países y obliga a que las generaciones venideras paguen por ello. No 4 a las Guerras Imperialistas, porque suponen el retroceso al estado de barbarie de la humanidad. No a las Guerras Imperialistas, porque no producen ninguna solución y sólo la eternización del conflicto.
¡No a las Guerras Imperialistas!
¡No más sangre por petróleo!
¡Por la autodeterminación de los pueblos!
¡Gastos militares para fines sociales!
Plataforma “No a la Guerra Imperialista” de Madrid (10-11-2011)
http://noalaguerraimperialista.org – noalaguerraimperialista@hotmail.es
Descarga PDF: http://goo.gl/a5bYu
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