LIBIA Y LOS INTELECTUALES –
EQUIVOCACIÓN MORAL Y COLAPSO INTELECTUAL
Por: Toni Solo y Jorge Capelán, Tortilla con sal
No es nada nuevo para las personas que apoyan el Frente Sandinista de Liberación Nacional descubrir que los intelectuales carecen de solidez moral e intelectual.
Es bien conocida la historia de la migración de intelectuales sandinistas hacia posiciones alineadas con los cipayos nacionales y regionales de los poderes de la OTAN. No es sorprendente tampoco entonces descubrir que en relación a la criminal agresión contra Libia destacadas figuras han traicionado principios fundamentales, tanto morales como intelectuales.
El artículo de Atilio Borón, "¿Libia: Sangre, sudor y lágrimas?”, confirma la tendencia de otros intelectuales destacados como Ignacio Ramonet, Samir Amin o Immanuel Wallerstein de analizar los acontecimientos en Libia tendenciosa y ahistóricamente para justificar prejuicios a la vez vulgares y pretenciosos. En sus escritos sobre Libia todos estos escritores demuestran dos cosas fundamentales - comparten la versión imperialista de los sucesos en Libia y escriben como si fuera apropiado en este momento pretender a algún tipo de lucha anti-imperialista teórica y moralmente superior.
El conocimiento histórico depende de diferentes tipos de evidencia. Hay que decidir qué estatura y relevancia se debe de asignar a las diferentes evidencias en existencia. Están las evidencias que indican lo que los actores pensaban y creían en determinadas situaciones – evidencias que deberían ser sujetas a evaluación, valoración e interpretación.
Hay evidencias más concretas, como documentos oficiales, registros de datos, archivos de estadísticas, etcétera. También, por ejemplo, están las relaciones cronológicas, las correlaciones de fuerza y las relaciones de poder. Para elucidar de una manera acertada lo que pasó de toda esta confusa masa de hechos y testimonios y evidencias, habrá que hacer las preguntas apropiadas.
Existe bastante consenso sobre este tipo de procedimientos a seguir para entender un acontecimiento o proceso histórico. Sin embargo, con respecto a Libia, intelectuales como Atilio Borón escriben pasando por alto los más elementales cuidados a la hora de evaluar la evidencia histórica. Un ejemplo de esto es lo siguiente:
“El exilio (para Muammar Ghaddafi) es altamente improbable: no tiene quien lo reciba y, además, su inmensa fortuna, depositada en bancos de Estados Unidos, Inglaterra, Francia e Italia está bloqueada.” ¿Acaso Borón ha estudiado en detalle las cuentas bancarias de Muammar Ghaddafi? Es poco probable. En verdad, es sumamente improbable. Bien podría ser el caso. Pero Borón no lo sabe. Tampoco sabe Atilio Borón que Muammar Ghaddafi “no tiene quien lo reciba”.
Aparte de estos criterios vulgares, Atilio Borón emite juicios que se contradicen a sí mismos: “...Gadafi, atónito ante la ingratitud de aquellos de quienes se había convertido en obediente peón.” No sabemos – y Atilio Borón tampoco sabe - si Muammar Ghaddafi se quedó atónito en algún momento frente al actuar de sus enemigos. Por otro lado, si Muammar Ghaddafi fuera un obediente peón, no estarían los poderes de la OTAN atacando a Libia, no habría necesidad.
Más aún, Borón acusa a Ghaddaffi de haber tenido “relaciones carnales” con las potencias imperialistas, como si se tratase de uno más de los Ménem y los De La Rua de la Argentina de la Pizza con Champagne. Aparte de toda la evidencia que contradice esta tesis, y de lo caricaturesco de esta descripción, lo que los críticos de las medidas libias para romper con el brutal bloqueo al que fue sometido el país norafricano entre fines de los 80s e inicios del nuevo siglo omiten es alguna propuesta alternativa sobre el curso “verdaderamente revolucionario” a seguir por Libia en esas condiciones.
Borón intenta salir de esta contradicción manipulando la burda propaganda del mismo imperio que dice rechazar. Dejamos a un lado su muy cuestionable suposición de que ha habido una revolución en Egipto que verdaderamente haya logrado cambiar de manera significativa esa sociedad. Borón escribe: “En Libia (los poderes de la OTAN) tuvieron la ocasión de reparar ese mal paso, facilitado por la brutal represión que Gadafi descargó en las primeras semanas de la revuelta.”
Esta es pura propaganda imperial. Ni Atilio Borón ni nadie ha establecido con claridad qué pasó en el mes de febrero en Libia. Lo que sí se sabe es que hubo una insurrección armada mezclada con un golpe de estado provocado en gran medida por grupos aliados de y patrocinados por los gobiernos de la OTAN. De esa realidad hay bastante información, ya que los actores de esa insurrección-golpe ya están claramente identificados – entre ellos traidores del gobierno libio, combatientes del Islamic Fighting Group, militantes del Libyan Democratic Party y simpatizantes de la monarquía.
Esos mismos actores han dado pruebas de su accionar criminal y su desprecio por la vida de ese pueblo al que dicen querer liberar, las que a estas alturas han sido documentadas en informes de varias organizaciones internacionales desde ópticas ideológicas e intereses muy contradictorios.
Pero, sin detenerse en ese tipo de consideraciones, Borón sigue acto seguido con que “Esto ofreció el pretexto que estaban buscando para desencadenar la no menos brutal intervención militar de la OTAN.” Obviamos lo más probable -que la mano de la OTAN estuvo detrás (y metida dentro) de la insurreción-golpe, meses antes de que ésta fuera puesta en práctica en febrero de este año.
Aquí Atilio Borón implica claramente que no hay ninguna diferencia entre la fuerza desplegada por el gobierno libio en autodefensa contra un golpe-insurrección y la masiva intervención contra Libia de 42 países incluyendo las más poderosas fuerzas armadas del mundo.
Escribir así a estas alturas de la destrucción de Libia como país indica el abandono completo de un básico sentido moral.
Más adelante, hay una pista del porqué de esta absurda actitud. Atilio Borón escribe con aprobación de las opiniones de Samir Amin, como si el tema a estas alturas mereciese una discusión teórica. Borón parece compartir el análisis de Amin, de que el petróleo es secundario con respecto al interés de la OTAN por Libia. Nos invita a estar interesados en si el motivo principal de la criminal agresión contra Libia es el de mejorar un poco la ubicación del comando militar estadounidense Africom. Habrá que recordar que Samir Amin ha escrito que Muammar Ghaddafi es un “payaso”.
Parecería más bien que los payasos son Atilio Borón y Samir Amin, por haber perdido completamente la brújula moral. Allí están ellos, ofreciendo sus lectores los mismos dos arquetipos tradicionales de los imperialistas – el carnicero-dictador y el patético-payaso. Estos artefactos de la guerra psicológica de la OTAN se han usado para burlar-satanizar un dirigente que durante muchos meses de dura lucha ha demostrado que tiene el apoyo de la gran mayoría del pueblo de Libia.
Es probable que el aprecio de dirigentes como Nelson Mandela, Hugo Chávez y Daniel Ortgea valga muchísimo más que las opiniones vulgares y abiertamente neocoloniales de Atilio Borón y Samir Amin. Estos escritores llaman a la mente el tropo del poeta W.H.Auden quien se autocriticó como cristiano por haberse identificado, no con el sufrimiento de los actores de la Pasión de Cristo, si no con algún culto señor romano que observaba lo hechos desde fuera.
Hay otro elemento pudendo en perspectivas de los acontecimientos en Libia propuestas como autores como Borón que, como en el caso famoso del rey del cuento, a fuerza de su evidente e impúdica exposición pasan a menudo desapercibidas para el público. Si en Libia se cometieron errores, si Ghadaffi cometió errores: ¿no sería de suprema importancia conocer la visión y el análisis de los propios libios sobre esos errores?
¿No sería, al fin de cuentas, la valoración hecha por esos mismos sujetos, el criterio supremo para juzgar los aciertos y errores de su experiencia histórica? Son ellos, al fin y al cabo, los que ponen los muertos. Y nosotros, que no somos libios, y que nos decimos antiimperialistas, tenemos la responsabilidad de dificultar y si es posible impedir la masacre puesta en marcha por la OTAN. No sólo por el pueblo libio, sino también por nuestros propios pueblos y por nuestros propios muertos.
Hace poco opinamos que los intelectuales de la izquierda internacional tienen poco que ofrecer a los pueblos que luchan por su emancipación del imperialismo occidental. Lo que autores como Atilio Borón y Samir Amin han escrito sobre Libia confirma esa apreciación. Como mucha gente aquí en Nicaragua incluyendo el Frente Sandinista de Liberación Nacional, nosotros nos solidarizamos con Muammar Ghaddafi y su pueblo en su batalla contra la OTAN.